viernes, 21 de marzo de 2025

La guerra de Ucrania: análisis y antecedentes

Ahora que la guerra de Ucrania parece tocar a su fin, nos planteamos cómo se llegó allí. Más allá de entrar en el maniqueo ejercicio de víctimas y culpables, o peor aún, buenos y malos, nuestra propuesta es diferente. Se trata de rastrear los hechos vistos como formas concretas del movimiento de la relación social que regula la totalidad del orbe mundial. Lo cual empieza preguntándonos por la causa de los hechos que tenemos delante.


La actual guerra de Ucrania, tal como la hemos conocido en los últimos tres años, tuvo su origen inmediato en la invasión rusa de febrero de 2022. Una primera pregunta asalta al observador: por qué Putin decide invadir Ucrania. Es claro que esta acción imperialista tiene su origen en la voluntad imperialista rusa de responder a supuestas agresiones del imperialismo occidental.


Ambas voluntades imperialistas que se contraponen nos remiten a la lucha entre bloques geopolíticos. Encontrándonos en que para explicarnos la guerra de Ucrania hemos de ver la relación entre ambos imperios. Hemos de aclarar que en este planteo, referido a una coyuntura muy específica, el capital anglo-europeo aparece como unidad. Pero sabemos que no es así. Cuestión que se ha visto más evidente con la política de Trump, pero esto tendrá que ser materia de otro desarrollo.


Las disputas entre bloques geopolíticos no resultan de divergencias morales, como la libertad, la democracia, la seguridad, o la fraternidad. Ese es el discurso que envuelve la verdadera causa, los intereses que nutren la acumulación de sus respectivos capitales: materias primas o recursos naturales, fuerza de trabajo, mercados, localizaciones o rutas de transporte y comunicaciones, básicamente. Es decir, las bases materiales de la reproducción ampliada del capital. Ucrania ofrecía muchos de estos motivos (potencia cerealistica, recursos energéticos, tierras raras, posicion estratégica y acceso directo al territorio ruso). 


También sabemos que esta lucha interimperialista en torno al territorio ucraniano no comenzó en 2022 y que tiene unos antecedentes, lo cual nos lleva a mirar las relaciones entre las dos potencias, Rusia y USA-UE, en torno al territorio ucraniano en su evolución histórica.


Pero, hay algo más que no debe escapar a la mirada histórica atenta. Esta guerra interimperialista histórica de Ucrania es una forma concreta del enfrentamiento entre los dos bloques en torno a la expansión de la OTAN en Europa oriental.


Aún más, este enfrentamiento no se limitó a la Europa del este sino que se extendió a lo largo y ancho de la tierra. Este es el marco que permite entender las revoluciones naranjas, primaveras árabes, golpes suaves que riegan la historia reciente de la humanidad desde los años noventa: Irak (1991, invasión en 2003, ocupación 2003-2011), Irán, Chechenia (1994-1996, 1999, 2005), Libia (2011, 2014-2020), Siria (2011-2024), Afganistan (2011), Líbano, Argelia, Venezuela, entre muchos otros.


Por ello, para adquirir una comprensión amplia de la guerra de Ucrania hay que volver la mirada a los hechos que siguen al desmoronamiento de la URSS y, particularmente, a la lucha más o menos larvada en torno a su área de influencia desde inicio de los años noventa del siglo pasado. Veamos. 


La caída de la URSS sunió a todo el bloque soviético en una depresión económica y un desorden político. En los años 90, y hasta mediados de la segunda década del nuevo siglo, el incipiente capital ruso, deslumbrado por la modernidad occidental, demanda integrarse en el imperialismo anglo-europeo, pero será rechazado en diversas ocasiones. También intentará restablecer la colaboración con el antiguo Comecon, pero verá esfumarse su área histórica de influencia. No obstante, tendrá una tarea que realizar, desarrollarse. Primero saqueando el estado ex-soviético que se repartirán los gerentes de las empresas publicas y los burócratas del PCUS, los futuros oligarcas. Luego, reprimiendo, explotando y empobreciendo a la clase obrera rusa. Este ensimismamiento, en parte debido a su debilidad, lo relegará al papel de un observador resignado de la caída del imperio ex-soviético.


Tras la reunificación alemana (1990) donde los líderes occidentales prometerán que la OTAN no se expandirá hacia Europa del Este, negarán a Gorbachov su propuesta de integrarse en una OTAN reformada. Entre tanto, ayudan a los países de Europa del Este para que vayan superando sus deprimidas economías con gobiernos prooccidentales que se irán integrando en la UE. En cambio, a Rusia, le negarán tal auxilio y le enviarán numerosos expertos que conduzcan su economía hacia el capitalismo. La tarea del Occidente atlantista consistió en separar a la URSS de su área de influencia (Europa del Este y algunos países de extremo oriente), por un lado, mientras se fomentaba su debilidad (fraccionamiento, hostigamiento, aislamiento, en definitiva que no despierte el oso), por el otro. Cualquiera que fuese la causa de la dinámica centrífuga de la URSS/Rusia, la tarea del imperialismo atlantista fue favorecerla. Así la expotencia mundial quedaba relegada a un papel subsidiario en la división internacional del trabajo le tenía asignado a Rusia en la acumulación mundial de capital


En 1991 se disuelve la URSS, declarándose el final de la guerra fría con la victoria del capitalismo atlantista. Fukuyama proclamará el final de la historia que los intelectuales occidentales celebrarán. Le tocará a Yeltsin contemplar como el imperialismo atlantista interviene en toda Europa Oriental, espoleando la rusofobia heredada de la época soviética y agudizando las diferencias internas. Particularmente observará risueñamente el desmembramiento en 7 países de Yugoslavia (1992) y el bombardeo de Serbia en dos ocasiones (1995 y 1999), además de los conflictos del Cáucaso y Chechenia. A pesar de sus protestas, tendrá que beberse la ampliación de la OTAN en 1999 (Polonia, Chequia y Hungría). 


Posteriormente, será el turno de Putin, pese al buen rollo con los líderes occidentales, verá cómo la alianza se le planta enfrente con la entrada de Bulgaria, Lituania, Rumanía, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia y Letonia, estos dos últimos con fronteras con Rusia, en 2005. Sus protestas caen en saco roto, y la buena predisposición rusa tampoco logrará el acercamiento que las élites rusas anhelan. A Rusia le “surge” la segunda guerra de Chechenia (2005). 


Un poco antes, en 2004, en Ucrania estalla la revolución naranja, que el imperialismo anglo-europeo impulsa, y se establece un gobierno prooccidental cuya política favorece los intereses de USA y la UE frente a los rusos. En 2008 Bush-hijo declara la intención de incorporar a Ucrania y Georgia a la OTAN. Al mismo tiempo, el presidente ucranio (Yushenko) solicita la entrada en el organismo militar. Putin, de nuevo, se mostrará contrario. Además habrá de afrontar la guerra de Georgia (2008).


No obstante, el proceso de integración de Ucrania en la OTAN se ve paralizado por el nuevo gobierno prorruso de Yanukovich (2010), salido de las elecciones. Rusia aprovecha para renovar su presencia en la base militar de Sebastopol, uno de sus bastiones en el Mar Negro que comunica con Oriente próximo. 


Entre tanto, el capital ruso se ha desarrollado y se hace con un área de influencia; el mercado interno se le queda estrecho y ha de salir a competir en el mercado mundial. Además, su potencia militar le habilita para establecer la necesaria área de seguridad (como mínimo, la neutralidad de Ucrania), que salvaguarde a Rusia de intromisiones militares extranjeras. Pues, como dice Marx, la violencia no solo es partera de la historia sino que es una potencia económica en sí.


En 2013 surge el Euromaidan, una revuelta popular que, con intervención occidental, derrocará a Yanukovich y llevará al poder a un gobierno prooccidental. Pero, el nuevo gobierno y su política antirusa no será aceptado por todas las regiones. Crimea, que tiene la base militar de Sebastopol, será anexionada por Rusia en 2014. Occidente protestará enérgicamente: una cosa es desmembrar la URSS en 15 países, Checoslovaquia en dos o Yugoslavia en siete, y otra cosa es lo de Crimea, por lo que impondrán sanciones a Rusia.


En 2014 y posteriormente en 2015, el gobierno ucraniano apoyado por el imperialismo anglo-europeo, inclumplirá sendos acuerdos de Minsk, que pretendían poner fin a la guerra del Donbás (2014). Una guerra desatada porque las regiones de Lugansk y Donetsk no reconocen al gobierno ucraniano y se independizan. Esta guerra se prolongará hasta que Putin, el 24 de febrero de 2022, pone en marcha la operación militar especial iniciando la invasión de Ucrania.


Putin, un reaccionario religioso, antes un dialogante y moderno gobernante ruso, es presentado ahora como un autócrata loco y despiadado. Sin embargo, es lo que cualquier gobernante, el portavoz de la representación política del capital total ruso.


Un capital que hubo de crecer lentamente, sin ayuda, sobre la base del expolio del estado ex-soviético y la explotación de la clase obrera rusa. Un capital que, mientras fue débil, hubo de conformarse con ver resignadamente y, a veces, ingenuamente cómplice, cómo el imperialismo occidental, al cual anhelaba vincularse, lo despreciaba y le detraía su otrora área de influencia. Pero que, llegado a un punto de su desarrollo, dotado de su poder militar en buena parte heredado de la URSS y propietario de fabulosas riquezas naturales además de 150 millones de habitantes, se enfrentó al último intento de cercarlo: la incorporación de Ucrania a la OTAN. El capital ruso, transformado en imperialismo ruso, reclama un sitio más determinante en el tablero geopolítico mundial, y esto empieza por reclamar su área de seguridad lo cual significa la neutralidad, como mínimo, de Ucrania. 


La guerra de Ucrania se nos presenta, entonces, como un episodio de la disputa histórica (desde la caída de la URSS) del nuevo imperio ruso, larvado lentamente por el capital ruso, frente al imperio euro-atlantista. Disputa que gira en torno al área de influencia (Europa del Este), por tanto de las riquezas ucranianas tanto materiales como estratégicas y que incluye el área de seguridad (neutralidad de Ucrania) del imperio ruso. Un imperio que avanza en su posicionamiento geopolítico, empujado por el capital ruso que se expande en la búsqueda de la apropiación del máximo plusvalor en el marco de la nueva división internacional del trabajo que ofrece la acumulación mundial de capital.

jueves, 13 de marzo de 2025

Deuda para el rearme, ¿quién gana?

En el acto de presentación del libro Movimiento obrero de Andalucía (Historia de Comisiones Obreras de Sevilla, 1976-2008) cuya autora es Encarna Ruiz, un camarada me pide escribir sobre la deuda pública. Va por José Luis Molano.


Los líderes de la Unión Europea (UE) han decidido gastar 0,8 billones de euros (800.000 millones) en un plan para rearmarse con la justificación de la amenaza rusa. Financiar, pagar, este plan (Rearme de la UE) requerirá, entre otras medidas, emitir más deuda publica. Pero qué es la deuda pública y cómo le afecta a la ciudadanía.


El estado capitalista, en nuestro caso la Unión Europea, tiene gastos (de materiales, de personal, etcétera) que ha de pagar, financiar, normalmente con impuestos que cobra a la ciudadanía (clases sociales). En el caso de España el presupuesto público ascendió en 2023 a cerca de 0,6 billones de euros.


En determinados momentos, el gasto público puede exceder de lo normal lo cual requiere ingresos públicos extraordinarios, que no es conveniente canalizar a través de impuestos (evitar la excesiva imposición y sus problemas de legitimación). Por ejemplo, una catástrofe de grandes dimensiones (crisis financiera y del euro, o la crisis de la Covid en 2020). En lo que nos trae se trata de aumentar el gasto en defensa (gasto bélico), en las dos veces anteriores era mejorar la liquidez del sistema y afrontar la recuperación tras la pandemia.


Cabría preguntarse si el aumento del gasto bélico es una necesidad social, en este caso, más urgente que, por ejemplo, dotarse de mejores servicios públicos (sanidad, educación, viviendas, cuidados a las personas) o prestaciones (pensiones, desempleo, pobreza). En un artículo anterior (Union Europea, quo vadis?) razonamos que este plan respondía a la necesidad del capital europeo de sobreponerse a su decadencia geopolítica sobre la base del expansionismo exterior y del incremento de la explotación en el interior.


Dejando a un lado ese importante asunto, para abordar el gasto público incrementado se acude a la deuda pública. Por tanto, la deuda pública es una forma de financiar los gastos del estado.


En este punto puede resultar interesante observar cómo la sociedad, lejos de confiar en las fuerzas del mercado y en la iniciativa privada, delega en el estado este tipo de asuntos. Aquí los liberales, libertarios o "enemigos" de la iniciativa pública, no suelen sacar pecho para solicitar que sean los individuos o las empresas, el sector privado, los que se encarguen del asunto.


Una diferencia respecto de los impuestos es que la deuda pública es voluntaria (en lo inmediato), o sea la suscribe el que quiere. Para ello, el estado, o la institución pública que sea (la UE, por ejemplo) emite títulos, que representan una parte del gasto necesario, que venden a cambio de una promesa de devolución con un rendimiento (intereses de la deuda pública). Con la venta el estado obtiene el dinero. Observemos, por tanto, que la voluntariedad del que suscribe (principalmente la clase capitalista) tiene la contrapartida de la obligatoriedad de pagarla por el estado (financiado principalmente por la clase obrera).


El suscriptor de los títulos no es que sea un patriota dispuesto a sacrificar parte de su patrimonio para defender el interés general, además y sobre todo espera ganar dinero con esta inversión en títulos de deuda pública. Otra ventaja es que, a diferencia de otras inversiones financieras, la deuda pública está respaldada por el estado, la única institución que no quiebra. Es decir, es una inversión financiera segura.


Así, por ejemplo, si el estado necesita 1.000 puede emitir 100 títulos cada uno a 10 euros con lo que, cuando los venda (colocación de la deuda pública) reunirá el dinero suficiente para afrontar el gasto que motivó la emisión de los títulos de deuda pública. A cambio, y durante un número de años según el título, deberá devolver los mil euros más el rendimiento (interés), que puede variar según el plazo. Actualmente el porcentaje de este interés ronda el 3 por ciento.


Hay diversos tipos de títulos según el plazo, en el caso de España tenemos: los de corto plazo (máximo un año, letras del tesoro), los de medio plazo (unos 5 años, bonos del estado) y los de largo plazo que llegan a 30 años son las obligaciones del estado. A finales de 2023, la deuda pública española rondaba 1,6 billones de euros (en torno al 110% del producto interior bruto).


Como se vé, tarde o temprano, el estado ha de devolver la deuda pública emitida (amortización de la deuda) más sus intereses (gasto financiero de la deuda o servicio de la deuda), lo que totaliza la carga de la deuda pública. Año tras año, el estado va dedicando una parte del presupuesto público a pagar esta carga, una partida de los presupuestos generales del estado (no incluye sociedades como RTVE ni otras administraciones públicas como comunidades autónomas). En España en el año 2023 se dedicaron 128.800 millones de euros al pago de la deuda, de los que 97.500 millones fueron amortización y 31.300 millones de euros se destinaron a intereses (las prestaciones por desempleo ascendieron en ese año a 21.300 millones de euros).


El pago de la carga de la deuda pública se puede abordar con impuestos. También puede recurrirse a nueva deuda para pagar la deuda anterior, es la refinanciación de la deuda. Otra opción es emitir dinero, lo cual genera tensiones inflacionarias que reducen el poder adquisitivo de las rentas.


De esta forma una parte de los impuestos se destina a pagarles a aquellos que prestaron al estado (clase capitalista). Por tanto, el resto de gastos se ven afectados negativamente porque no crecen lo que podrían crecer e incluso porque disminuyen (sacrificios). En nuestro caso, para aumentar el gasto bélico habrá que contener o disminuir los gastos sociales. 

El gasto bélico beneficia a sus receptores, que son las industrias bélicas propiedad de los grandes capitales. Si además, estos bienes no se producen en Europa (o España) o por los capitales del territorio (europeos o españoles), todo el importe se irá fuera. Encima, si tampoco somos proveedores de esos capitales, entonces el beneficio inducido será nulo (vamos de auténtico primo). En el caso de las armas, hay que decir que como solo son medio de producción de la guerra o actividad bélica, pues corren el riesgo de morirse de risa sin reportar ninguna “utilidad”; caso distinto si ese dinero se invirtiera en tractores, camiones o infraestructuras, que sí revertirían en cuanto inversiones, por no hablar de los beneficios del gasto social.


Por ejemplo, de un presupuesto publico de 1000 si se destina el 10 por ciento a las armas (100), dejarán de ir a servicios públicos; además, otro 10 por ciento irá a pagar el nominal de la deuda publica (100) y otra partida para pagar su rendimiento, pongamos el 3 por ciento (3). Así, de un presupuesto de 1000, 100 irán a armas y 103 a deuda pública.


Por último, hemos de ponderar el efecto redistributivo de este proceso: la deuda pública es una inversión segura para la clase capitalista; el gasto en armas es una compra a las empresas capitalistas, que pretende defender las propiedades mayoritariamente en manos de los capitalistas; el gasto bélico se detraerá del gasto social perjudicando a la clase obrera, la principal usuaria (servicios públicos) y destinataria (prestaciones públicas); la devolución de la deuda más sus intereses cuya destinataria es la clase capitalista será afrontada por impuestos pagados principalmente por la clase obrera o mediante emisión monetaria generadora de inflación que castiga sobre todo el poder adquisitivo de la clase obrera.


En fin, una jugada maestra de nuestras élites, gestoras y protectoras del capital europeo, la de endosar sacrificios a la clase obrera (menos servicios y prestaciones públicas, pero más impuestos o inflación) poniendo el estado al servicio de la defensa de los intereses de la clase capitalista (armas para defender su propiedad y rendimientos para engordar sus bolsillos). Por eso, hoy por hoy, la defensa de los intereses de la población europea (mayoritariamente asalariada) pasa, entre otras cuestiones, por oponerse al esfuerzo bélico y defender la paz.

domingo, 9 de marzo de 2025

Union Europea, quo vadis?

 



(Puede consultarse en https://www.caixabankresearch.com/es/economia-y-mercados/analisis-coyuntura/coyuntura-geopolitica )

Actualmente, la acumulación mundial de capital, basada en la reconfiguración de la división internacional del trabajo que descansa a su vez en los cambios en el proceso de producción (desarrollo capitalista de las fuerzas productivas), adopta la forma de un recrudecimiento de la lucha competitiva entre bloques geopolíticos. Entre estos bloques unos están en ascenso, caso de China y Rusia, mientras otros están en declive como USA y la Unión Europea (UE, en adelante).

El debilitamiento del capital europeo, cuya expresión inmediata es el estancamiento económico (véase el gráfico), se viene poniendo de manifiesto en la pérdida de competitividad en el mercado mundial, en la reducción del peso económico, en el retroceso en las zonas de influencia (África, Asia, Latinoamérica). Puede, incluso, rastrearse en las diversas crisis globales y locales padecidas por la sociedad europea, así como en la respuesta institucional a cada crisis: crisis financiera de 2008 (salvamento a la banca y austeridad social), crisis de los acuerdos de Minsk de 2014 (distanciamiento de Rusia y realineamiento con USA), crisis de la covid de 2020 (fondos Next Generation EU), luego la confrontación directa con Rusia a través de la OTAN en la guerra de Ucrania (renuncia a la energía barata rusa) y, más recientemente, en el abandono (o traición) de Trump o la crisis armamentística. Un apunte exterior: la actitud de la nueva administración USA pretende lo mismo que la anterior, pero parte de una cierta autocrítica, de ahí el MAGA (hacer América grande de nuevo, porque no lo es) y ello a cualquier precio, incluso sacrificar a sus “aliados”, o sea explotarlos aún más; de ahí el First America (primero America).


Sin entrar a considerar por qué el capital de la UE tiene este recorrido aparentemente errático y a veces suicida, la respuesta que los líderes europeos, representantes políticos del capital total de la Unión Europea, ante la crisis de la defensa europea es la carrera armamentística a través de un plan (Rearme UE) de 0,8 billones de euros.


Este sobreesfuerzo militar no es solo la manera inmediata de abordar el déficit en defensa, ni si quiera es solamente la respuesta a una supuesta amenaza rusa. Tres años ha empleado Rusia para conquistar un cuarto de Ucrania, cuánto tiempo tardaría en llegar a Alemania. Por no hablar de que un conflicto con Rusia pondría al mundo al borde del “game over” (final de juego) nuclear.


Este plan militarista europeo es algo más. Es la forma de garantizar las mejores condiciones para la apropiación del plusvalor mundial al capital europeo en su competencia con el resto de capitales. A través del poder militar y de la disuasión que lo acompaña es como la actual Unión Europea puede ofrecer a las empresas europeas el acceso a recursos estratégicos, tecnologías más avanzadas, rutas de transporte más baratas o mercados más lucrativos.


Además, el esfuerzo bélico puede reactivar la economía y permitir adquirir tecnologías que mejoren la productividad, y con ella la competitividad de las mercancías y la explotación (aumento de la tasa de plusvalor) de la fuerza de trabajo europea.


Sin embargo, este esfuerzo bélico implicará serios sacrificios a las sociedades europeas: más impuestos, más inflación y menos gasto público social (servicios públicos y prestaciones públicas). Esto significará un mayor empobrecimiento de la población y creará condiciones para la resistencia popular y la agudización de la lucha de clases. Por ello, es necesario convencer a la sociedad europea de la necesidad primerísima de este sacrificio social consecuencia del rearme bélico al servicio del capital europeo. Extender el miedo al oso ruso y esgrimir el abandono del águila americano, forman parte del discurso necesario.


Es más, una condición del fin que persigue el capital europeo a nivel mundial es aumentar la explotación a nivel local, lo que significa, además de los recortes sociales comentados, retrocesos laborales y deflación salarial. Esto supondrá empeorar las condiciones de vida y de trabajo de una buena parte de la clase obrera europea. Ante cualquier intento de sobreponerse, generalmente a través de sus organizaciones sindicales, serán reprimidas. Así, es probable que el militarismo hacia el exterior se acompañe de una intensificación de la represión en el interior. 


Ahora bien, qué forma política es la que mejor puede acompañar la represión interna y el expansionismo externo, para facilitar la valorización y ampliación del capital. Hasta ahora, la forma política idónea que ha encontrado el capital europeo ha sido la gran coalición. Pero, desde hace años, lleva entrenando a la ultraderecha; la ha tenido sentada en el banquillo a la espera de que las “élites” tecnócratas y abobaliconadas (ja) muestren su incapacidad; recientemente las han sacado a calentar y algunos elementos han salido al terreno de juego. Se trata del fascismo, la ultraderecha, la derecha extrema, llamadla como queráis. Es el suplente político para el capital, en el actual contexto, si la situación se vuelve ingobernable. 


Concluyamos. Ciertamente estamos ante un momento zeintenwende o punto de inflexión, lo cual es visto por algunos como un interregno (cuando lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no termina de nacer). Sin embargo, tras la voluptuosidad de las formas, emerge en la realidad capitalista el mismo contenido. Este plan militarista y el frenesí belicista que el consejo de administración del capital europeo pretende, para reafirmarse competitivamente en el ámbito de la acumulación mundial de capital, tiene un reverso interior que es aumentar la represión para garantizar los sacrificios sociales y la explotación redoblada de la clase obrera europea. No hace falta decir qué proyectos políticos son los más adecuados para estos fines.

sábado, 8 de marzo de 2025

La incorporación de la mujer al mercado laboral: España, 1977-2024

 

A menudo, todavía, se escuchan voces que cuestionan el trabajo femenino fuera del hogar. Sobre todo, si este trabajo femenino es asalariado. Este planteamiento constituye el ataque frontal a las aspiraciones igualitarias de las mujeres, principalmente las de la clase obrera. Pero, el feminismo también recibe ataques laterales, que someten a discusión los derechos laborales de este mayoritario colectivo de la fuerza laboral de la sociedad, en el ámbito de salarios, jornadas, ritmos de trabajo, permisos, entre otros.


Aquí no vamos a desarrollar este amplio debate, todavía incandescente, limitándonos a realizar un simple ejercicio estadístico que responda a la siguiente cuestión: tiene la sociedad española necesidad del trabajo femenino fuera del hogar, o de otra manera la fuerza de trabajo femenina ha sido un requisito indispensable para la evolución de la sociedad española.


Para respondernos, enfrentaremos la necesidad total de fuerza de trabajo con la disponibilidad masculina de fuerza de trabajo en la sociedad española durante varios años, en nuestro caso desde que hay estadísticas de la Encuesta de Población Activa (EPA).


De esta forma, acudiendo a las magnitudes del mercado laboral, expresaremos la demanda social de fuerza de trabajo (DFT) a través del número de personas ocupadas laboralmente, por un lado, y la oferta masculina (OMFT) mediante el número de hombres disponibles para trabajar (población masculina activa). Restando a la ocupación los activos masculinos, obtenemos la insuficiencia de fuerza de trabajo (IFT) que manifiesta la sociedad si prescinde de las mujeres que se incorporan al mercado laboral.

A través de un gráfico, donde se representan estas magnitudes (en miles de personas) , para el caso de España desde 1977 hasta 2024, observamos que:

- la disponibilidad masculina de fuerza de trabajo no garantiza las necesidades sociales, por tanto la fuerza de trabajo femenina se revela como una necesidad de la sociedad española;

- también se pone de manifiesto que esto ocurre todos los años desde que tenemos registro (período 1977-2024) y, por tanto, que esta necesidad social es permanente;

- además, la insuficiencia de fuerza de trabajo se va modificando por lo que dicha necesidad es variable a lo largo del tiempo;

- por último, destacamos que, tras la variabilidad de la necesidad de fuerza femenina de trabajo, la tendencia es creciente.


Podemos concluir de este ejercicio que los datos del mercado laboral en España durante el período 1977-2024 revelan que la incorporación laboral de las mujeres, además de formar parte de un derecho ciudadano en las sociedades modernas, es una necesidad de la economía y de la sociedad españolas; y que dicha necesidad aun dentro de la variabilidad es permanente y tendencialmente creciente.


En nuestra opinión, lo que explica este fenómeno es el desarrollo del capital, particularmente el español, y las necesidades de fuerza de trabajo que este capital demanda, además de otros aspectos que requerirían más profundidad. Por último, otras cuestiones a contestarse tienen que ver con la variabilidad de la insuficiencia de fuerza de trabajo así como su distribución entre los diferentes sectores productivos. También, quedan pendiente, la referencia al trabajo femenino en la reproducción de la fuerza de trabajo de toda la sociedad. Poco a poco.





jueves, 6 de marzo de 2025

Presentación del libro de Encarna

 

En la imagen, de izquierda a derecha: Vicente Sanchís Belmonte, Encarna Ruiz Galacho, Antonio Rodrigo Torrijos y Juan M Valencia Rodríguez.
En la imagen, de izquierda a derecha: Vicente Sanchís Belmonte, Encarna Ruiz Galacho, Antonio Rodrigo Torrijos y Juan M Valencia Rodríguez.

En una tarde climatológicamente adversa y aciaga en lo sentimental, junto a casi un centenar de valientes militantes de la izquierda y amigos de la clase obrera, fue presentado el libro de Encarna, Movimiento obrero de Andalucía. Fue el 5 de marzo de 2025 en Sevilla.

En el marco del salón principal de la Casa de la Provincia, Juan Valencia presentó pormenorizadamente a los distintos integrantes de la mesa, destacando su personalidad y militancia dando muestras de un trabajo previo de indagación al respecto.

Posteriormente, Vicente Sanchís nos recordó alguna de las tesis de la obra de Mao Tse-Tung, Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo, así como hizo gala de sus conocimientos sobre el arte de la navegación y el de la enología a la hora de calificar el libro.

En tercer lugar, intervino Antonio Rodrigo que tras señalar algunos de los puntos fuertes del libro también destacó un par de críticas que la autora recogió. Torrijos, que es protagonista de buena parte de la historia que se cuenta, fue pasando por los episodios más importantes contados por Encarna, para destacar finalmente el hilo conductor de la centralidad de la clase trabajadora. Antonio terminó advirtiendo, a la izquierda en general y a los demócratas, que la ultraderecha y la derecha más rancia están a las puertas y, como siempre que gobiernan, las primeras víctimas serán los comunistas y detrás irán todos los demás.

Finalmente, Encarna Ruiz, la autora, de Movimiento obrero en Andalucía (Historia de Comisiones Obreras de Sevilla, 1977-2008) fue contrastando el modelo de sindicalismo desarrollado en los primeros momentos con el que fue surgiendo y que hoy día está bastante generalizado; también fue situando los momentos y los hechos que podría decirse marcan los puntos de inflexión en el cambio de modelo sindical. Otro de los aspecto que se destacó en su presentación es el tipo de militante o afiliado que acompañaba al tipo de sindicalismo de cada momento. Finalmente, también insistió en la unidad de la izquierda sobre la base de no perder de vista al sujeto histórico portador del cambio social, la clase obrera.

Tras hora y media de presentación se abrió un turno de palabras con interesantes intervenciones y planteamientos, destacando las de Aniceto Muñoz y Antonio Moreno. Por mi parte tuve una intervención que publicaré próximamente.

La clase obrera sigue avanzando en su proceso de reflexión, gracias a libros como el de Encarna, porque la formación de la conciencia portadora de la superación del capitalismo es un requisito de esta superación.


sábado, 1 de marzo de 2025

A propósito de la historia del movimiento obrero

 


La semana pasada vió la luz la obra Movimiento obrero en Andalucía cuyo subtítulo es Comisiones Obreras de Sevilla (1977-2008), bajo el sello de AconcaguA. Esta nueva obra de Encarna Ruiz Galacho, historiadora y activista de la clase obrera, repasa la evolución de la lucha de clases en Andalucía entre las dos grandes crisis. Aquella, la de los setenta, que abrió paso al proceso desindustrializador en las economías occidentales que aparece como una de las expresiones de la globalización neoliberal, y la gran recesión (2008-2014) que significó la corrección a las finanzas señalando uno de los límites de dicha globalización.


Además, hay que destacar que el pormenorizado análisis de los enfrentamientos de la clase obrera andaluza y sevillana, que realiza Encarna, tiene como eje la acción del sindicato Comisiones Obreras.


Por mi parte, he contribuido con el primer capítulo que versa sobre la evolución económica y del mercado de trabajo entre ambas crisis, señalando los distintos ciclos económicos con sus fases de crecimiento y decrecimiento.


Esta trayectoria económica, con sus ciclos, proporciona la base sobre la que se erigirán las luchas laborales, los debates y las posiciones que se sostendrán, e incluso las formas sindicales y políticas que irán adoptando. En nuestro caso, la evolución de la lucha de clases entre la clase obrera y la clase capitalista junto a sus representantes (huelgas empresariales y huelgas generales, negociación colectiva y concertación social); así como la lucha dentro de las propias clases, por ejemplo dentro de la clase obrera, o entre los distintos sindicatos de la clase obrera (CCOO vs SOC, CCOO vs UGT); serán objeto de análisis en el libro de Encarna. Aún más, las luchas dentro de los propios sindicatos, como el enfrentamiento entre críticos y oficialistas en el seno del sindicato de Comisiones Obreras, también tendrán cabida en esta historia obrera.


Estas luchas están precedidas y acompañadas de debates donde aparecen posiciones, que expresan los intereses y aspiraciones de los contendientes de aquellas luchas. Enfrentamientos cuyos resultados terminan sancionándose bajo distintas formas institucionales: acuerdos, convenios, congresos, integraciones, exclusiones, expulsiones, inhabilitaciones, etcétera. Una historia de luces y sombras, que pueden gustar más o menos, pero que forma parte del bagaje sobre el que se edifica, con mayor o menor conciencia, lo que es la clase obrera en cada momento.


De esta manera, a lo largo de las páginas del libro de Encarna, veremos los inicios del sindicato, que deja atrás su etapa de movimiento durante la dictadura, y los conflictos que los acompañan (metal, campo, panaderos) hasta los Pactos de la Moncloa. Luego se irán sucediendo el auge afiliativo, las elecciones sindicales y los inicios de la negociación colectiva; los primeros congresos de CCOO en las distintas estructuras (unión, Andalucía y confederal); las citas electorales y su influencia en el sindicalismo; los acuerdos nacionales (AMI, ANE) y los debates en torno a ellos; la emergencia del primer sector crítico dentro de la organización (antes la escisión de algunos partidos como PTE) y su corta vida; luego vendrá la ruptura del PCE y lo que Encarna denomina el ascenso del carrillismo sindical en Sevilla; pasándose, a continuación, a la confrontación con el gobierno del PSOE sobre la base de su ambigua política de extender aspectos del estado del bienestar junto a flexibilizar el mercado laboral hasta llegar a la huelga general del 14-D; el avance de las sucesivas reformas laborales obligará a diversas respuestas por parte de la clase obrera y de Comisiones Obreras; una de los productos de aquellos debates será el surgimiento del nuevo sector crítico en CCOO, que tras fuertes enfrentamientos irá diluyéndose en las estructuras sindicales, tal como nos expone Encarna.


El próximo 5 de marzo a las 18,30 horas, en la Casa de la Provincia (Plaza del Triunfo, 1) en Sevilla, se presentará esta obra indispensable.