viernes, 17 de octubre de 2025

La naturaleza social de la URSS: revolución o fetiche

Introducción

El aniversario de la gran revolución rusa, el 25 de octubre (7 de noviembre en el calendario actual) de 1917, nos da un pretexto para pensar el régimen soviético.

Más allá de un asunto espinoso para los que se reclaman de la superación del capitalismo (socialistas, comunistas, marxistas, entre otros), e incluso para la izquierda estatalista, nos parece de cierta actualidad. No sólo la nueva potencia mundial, China, sino otros países como Vietnam, Laos, Cuba o Corea del Norte tienen regímenes similares.

Dicho esto, la pregunta es si la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS, 1922-1991) fue la realización del socialismo, y si no lo fue qué modo de producción era el dominante, o qué relación social general regía aquella sociedad.


Interpretaciones sobre la naturaleza social de la URSS

Una puede tener la tentación de guiarse por lo que los soviéticos escribían. Por ejemplo, echar mano del Manual de Economía Política de la Academia de Ciencias de la URSS que afirma que se estaba superando la primera fase del comunismo, el socialismo. O mejor aún, ver lo que decían sus constituciones: la de 1936 destacaba que la sociedad soviética había alcanzado el socialismo, y la de 1977 sostuvo que la URSS había construido el socialismo de todo el pueblo.

En esto coincidían con la ciencia oficial de los países capitalistas con la diferencia que éstos destacaban la dictadura, el totalitarismo, etc.

La posición del PCUS (Partido Comunista de la Unión Soviética, partido único) también era compartida por los regímenes y las corrientes prosoviéticos (Ibarruri, Líster). Sin embargo, otras corrientes del marxismo discrepaban. Sin ánimo de ser exhaustivos veamos algunas.

La socialdemocracia clásica (Bernstein, Kautsky) negará el carácter socialista por la falta de elementos democráticos y el recurso a la violencia estatal. Los modernos hacen un uso “estético” del socialismo.

Los consejistas (Pannekoek, Maurin, Nin) serían de los primeros en criticar la forma partido-Estado y el trabajo asalariado planteando que se trataba de un capitalismo de Estado. Por su parte, lo trotskistas hablan de un socialismo degenerado donde la burocracia habría traicionado a la clase obrera, con fuerte crítica al estalinismo.

Maoistas y prochinos sostendrán que, tras el XX Congreso (1956), la URSS dejó de ser socialista para convertirse en social-imperialista.

Los eurocomunistas (Carrillo, 1977), críticos con el régimen soviético (Praga-1968, falta de libertades), lo califican de “intermedio”, ni capitalismo ni socialismo.

Muy similar, pero trece años antes, la posición de Claudín y Semprún (1964). También Sacristán (1968), del que se conmemora el centenario, niega el carácter socialista, además de criticar al estalinismo.

Otros teóricos coinciden en “ni socialismo ni capitalismo” sino régimen colectivista burocrático, donde la burocracia sería la nueva “clase” social enfrentada a la clase obrera por la gestión productiva.

Pero, dejemos las interpretaciones y pasemos a los hechos históricos.


En qué condiciones se formó la URSS

La previsible derrota rusa frente a la Alemania creó las condiciones para la revolución rusa que de la mano de Lenin y del partido bolchevique (escisión del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia), bajo la consigna “Paz, pan y tierra”, dando paso a la URSS.

La reacción internacional y el fracaso de la revolución mundial situarían a la nueva nación, en situaciones (internas y externas) complicadas: la guerra civil (1918-1922), guerra contra Polonia (1919-1921), campañas del Cáucaso (1918-1921), enfrentamiento con China (1929), el enfrentamiento con los kulaks por la colectivización (1929-1933), la guerra con Finlandia (1939-1940), los choques con Japón (1938 y 1945), la II Guerra Mundial (1939-1945), las deportaciones del colaboracionismo nazi, la Guerra Fría entre 1946 y 1979 (Berlin, Corea, Suez, Cuba, Oriente Medio, China, Afganistán), intervenciones en Hungría (1956) y Checoslovaquia (Primavera de Praga-1968), la guerra de Afganistán (1979-1989), diversos levantamientos secesionistas en la segunda parte de los ochenta y primeros noventa.

Como se ve pocos fueron los períodos de paz del régimen soviético. A pesar de ello, la URSS hizo logros importantes: avance en derechos laborales (jornada de ocho horas, vacaciones pagadas, abolición del desempleo, el moderno sindicato de servicios desde 1930s, entre otros); feminismo (voto, divorcio, aborto, trabajo fabril e incluso pilotaron aviones frente a los nazis), cívicos (alfabetización masiva en 1930s, educación-sanidad-vivienda-transporte gratuitos) y nacionalistas (teórico derecho a la secesión, autonomías); derrotó a los nazis en la IIGM (recomendamos el podscat La operación Urano); disputó más que honorablemente la carrera aeroespacial, la nuclear, y aspectos del progreso tecnológico y científico (matemáticas, astrofísica, química, biología), entre muchas otras cuestiones (cultura, deporte, ajedrez). Algunas de ellas fueron palancas fundamentales para su implantación en las sociedades capitalistas occidentales.

Cierto que, a veces, a un precio muy elevado: cada guerra fue seguida de hambre y muerte (la IIGM se llevó más de 20 millones de soviéticos), “errores” en las políticas que condujeron a hambrunas, la resistencia campesina a la colectivización forzosa (1929-1933), las purgas estalinistas (1936-1938) con mayoría de camaradas (Zinoviev, Kamenev, Bujarin, Rubin, Preobrazhenski, posteriormente Trotsky), la fuerte represión y persecución hacia los opositores (Sakharov, Solzhenitsyn), ausencia de “libertades” (prensa, expresión, movilidad), entre otras.

Pero, de vuelta: qué modo de producción sustentó a esta sociedad soviética.


Qué fue la URSS

Un régimen que expropió rápidamente a capitalistas y terratenientes (1917), eliminándolos y con ellos la competencia entre capitales. La propiedad de los principales medios de producción (industria, transporte, banca) se estatalizó aunque parte de la tierra se repartió entre campesinos (en los años 30 serán obligados a formar explotaciones estatales o cooperativas). La producción y la circulación de bienes y servicios se planifica (el primer plan quinquenal 1928-1932). Hasta aquí los principales elementos que nos hablarían de la superación del capitalismo y de la instauración de un nuevo modo de producción, el socialismo.

Frente a esto los elementos capitalistas: los productos del trabajo, bienes y servicios, que son medios de vida (los medios de producción los asigna el estado), siguen adoptando la forma mercancía y adquiriéndose en el mercado (regulado) a cambio de un precio; la fuerza de trabajo es una mercancía a la que se le paga un salario, por tanto, la clase obrera (asalariados) sigue existiendo. Lo cual nos lleva a plantearnos la existencia de la explotación de la fuerza de trabajo, y de la relación capitalista. También existe el dinero (el rublo no es simple unidad de cuenta, es medio de compra); a partir de 1960, se crea el crédito oficial y se establece el precio del dinero (tipo de interés).

En mi opinión, el estado sería, como propietario de los medios de producción, el gran capitalista. Gestionaría la producción a través de la oficina del plan (Gosplan), de igual manera que una empresa planifica su actividad. Las empresas serian órganos estatales, aún así compiten por la fuerza de trabajo, por la inversión y por el crédito, persiguiendo mayor autonomía.

Los mercados negros o paralelos, colas, cuellos de botella, corrupción, serían formas que acompañan al capitalismo de estado. En el que, a su vez, coexiste la tendencia a desarrollar los elementos capitalistas como muestran las diversas reformas que se emprendidas para asimilar el funcionamiento al de un mercado capitalista competitivo (NEP de Lenin en 1921-1928, los sovnarkhozy de Jrushchov en 1957, el beneficio planificado de Liberman de 1965, aperturismo al exterior de Brezhnev en 1973-1974, principio de autofinanciación impulsado por Kosygin 1973-1975, Perestroika de Gorbachov en 1985-1990).


Conclusión

La URSS fue la primera vez en la historia que el proletariado nacional, mediante la revolución soviética, eliminaba a capitalistas y terratenientes.

Pero, las relaciones sociales capitalistas (mercancías, dinero y trabajo asalariado) se mantuvieron.

Por lo que el estado soviético, que centralizó los medios de producción, seguía siendo el representante político del capital en su conjunto, un estado capitalista.

Aunque el estado estaba en manos de la clase obrera -no había otra-, solo una fracción de ésta, la ocupada estatalmente en puestos directivos (burocracia), se encargaba de la planificación y gestión de la sociedad.

Añadimos que la inserción en el mercado mundial, donde el estado soviético compite cual capital privado, muestra a la URSS como una forma específica del capitalismo.

Y esto nos enfrenta a la organización social del trabajo privado como un atributo enajenado en el capital, en la que el fetichismo de la mercancía es permanentemente negado como necesidad ideológica.

En cualquier caso, algunas preguntas nos asaltan: qué sentido histórico tuvo la revolución rusa en el contexto del desarrollo del capitalismo mundial; por qué el capitalismo estatal ruso hubo de revestirse del socialismo y recurrir al marxismo (materialista histórico y materialismo dialéctico); qué obstáculo encontró aquella generación de intrépidos y capacitados revolucionarios para superar el capitalismo ruso; si aquello fue capitalismo por qué la clase capitalista no le dió un momento de sosiego; por qué las fuerzas productivas de la sociedad rusa, que permitieron la victoria sobre el nazismo (ver el podcast La operación Urano), en vez de dar paso al socialismo evolucionaron hasta tomar forma en el actual capitalismo competitivo, previa desintegración del bloque de la Europa del Este (deshaciendo el imperialismo soviético). En fin.

Cien años después, algunas de las cuestiones planteadas, nos siguen interpelando. Ni la propiedad estatal ni la planificación son suficientes para hablar de socialismo. China, donde además se acompaña de capital privado y competencia, nos lo confirma. Sin embargo, hasta donde sé, a menos que el desarrollo tecnológico (automatización, IA) nos abra otras vías o formas de organización, ambas seguirán siendo necesarios para lograr la unidad directa entre la producción y el consumo sin más mediación que los seres humanos guiados por el conocimiento científico.


miércoles, 15 de octubre de 2025

Marx, el capital fijo y la crisis

Introducción

Pretendemos exponer que la investigación de Marx sobre la reproducción social del capital, incluso en su forma básica (reproducción simple que no contempla la acumulación) constituye un buen punto de partida para examinar la crisis capitalista. Este desarrollo que realiza en el libro segundo de El Capital (cuyo subtítulo es Crítica de la Economía Política), concretamente en la sesión tercera, además da cuenta del movimiento cíclico del capital, superando con creces los planteamientos convencionales de la teoría económica.


Los ciclos y las crisis

La evidencia estadística muestra que la economía capitalista afronta tres tipos de crisis periódicas a lo largo de la historia económica capitalista: los ciclos cortos o de inventario (3-4 años), los ciclos medios o industriales (8-12 años) y los ciclos largos o de Kondratieff (30-50 años).

Cada uno suele relacionarse, aunque no se explica, con el ciclo de algún elemento del capital productivo: los primeros con las existencias (mercancías producidas), el segundo con la maquinaria y el tercero con los edificios e instalaciones.

Dentro de cada ciclo se observan básicamente dos etapas: la expansión (el valor sube) y la crisis (el valor baja). La tendencia del capital a expandirse (valorización, acumulación) está en su naturaleza y en eso están de acuerdo todos. Lo difícil es explicar la crisis.


Las interpretaciones convencionales

La teoría económica neoclásica niega la crisis por principio, porque supone que no se produce (oferta es igual a demanda) y si no lo es los precios actúan rápidamente para que lo sea. Sólo admite, por la vía de la evidencia (positivismo), las crisis que tienen que ver con factores externos (malas cosechas, catástrofes, guerras, estado, finanzas) al sistema productivo. 

Por su parte, la teoría económica keynesiana plantea que la crisis viene por falta de demanda agregada, no concibe problemas de sobreproducción (solo de subconsumo). Veremos que la sobreproducción es una realidad capitalista. 

Las teorías más novedosas sobre la economía observan que los problemas están en las expectativas y en la voluntad de los actores de la economía.


El capital fijo y su peculiaridad

El capital fijo está formado materialmente por los elementos más duraderos de los medios de producción; tipo maquinaria, instalaciones, edificios. Se trata de una parte del capital constante (no crea valor, solo transfiere el que tiene), cuya rotación es superior a la rotación del producto. 

La peculiaridad de estos elementos es que transfieren su valor al producto de modo gradual a lo largo de su vida útil. Ésta depende de su desgaste físico-funcional o de su desgaste moral u obsolescencia tecnológica (queden anticuados por innovaciones técnicas).

El capital fijo porta una contradicción entre su valor de uso que dura a lo largo de diversos períodos y su valor que se va reduciendo trasladándose al producto, que se resuelve con su reposición tras haber ido guardando en forma dinero (fondo de amortización) el valor consumido.


El ciclo del capital fijo en el capital individual

Esta peculiaridad, o contradicción, es la responsable de imponer un carácter cíclico a la expresión contable de este elemento, que al trasladarse al valor de la producción determina su carácter cíclico.

Un ejemplo, pongamos una máquina o conjunto de máquinas en el caso de un capital individual. Mediante un desembolso inicial de cien unidades monetarias (um) es adquirida. De modo que en este período inicial la cuenta bancaria del capitalista tras registrar 100 pasa a 0. Supongámosla una vida útil de cuatro años. 

En el primer ejercicio, la máquina traslada un cuarto de su valor al producto, que tras venderse permite apartar estos 25 para el fondo de amortización, que también es la cuenta bancaria del capitalista. 

Al siguiente período, la máquina vuelve a transferir 25, y el fondo de amortización tendrá 50 y con él la cuenta. 

En el tercer , nuevamente la maquinaria endosa 25 al producto, sumando 75 el fondo de amortización, que incluye a la cuenta bancaria.

Finalmente, en el ultimo , el cuarto, la máquina queda desechada, ha transferido 25 um que han pasado al fondo de amortización que totalizó 100 um con las que vuelve a comprar otra máquina, quedando la cuenta del capitalista de nuevo a cero. 

Como se ve el bolsillo del capitalista (cuenta bancaria), en lo que tiene que ver con el movimiento de su capital fijo (sin atender a lo que ocurre con el resto de elementos del capital productivo) y sin tener en cuenta el adelanto inicial de 100 um, adquiere los siguientes valores, que se irán repitiendo: 0, 25, 50, 75, 0. Hay dos partes: 0 a 75 es la expansión, y 75 a 0 es la crisis. 

La siguiente tabla ilustra el movimiento de la cuenta bancaria en función del desembolso inicial y el fondo de amortización, ambos del capital fijo.




Otra manera de presentar el mismo resultado es la gráfica. Se observa que partiendo de cero (gasto en máquina) va aumentando (dotación del fondo de amortización) y con la nueva adquisición vuelve a bajar, iniciándose de nuevo el peculiar movimiento.



La reposición del capital fijo a nivel social

En lo que se refiere a la reproducción del capital social, o sea del conjunto de los capitales individuales, la cosa cambia.

Aunque, el movimiento del valor es similar, sin más que sumar los valores individuales para obtener las magnitudes sociales.

Ahora, por el lado del valor de uso, hay una diferencia crucial. En el capital individual suponíamos implícitamente que el capitalista encontraría la maquinaria deseada cuando se dirigiera al mercado. Pero, eso no es así cuando se trata de la reproducción social del capital. Aquí la maquinaria ha de ser producida en la cantidad que se la necesita y no vale suponer que eso ocurre, hay que dedicarle recursos suficientes para que ocurra en el plazo que se requiere.

Para verlo con mayor claridad, supongamos que toda la demanda de maquinaria se produce al unísono. En este caso se nos repetirá el movimiento que veíamos antes. Pero ¿qué ocurre con los productores de maquinaria? Durante un tiempo estarían produciendo, pero ante la falta de demanda (pues las máquinas se reponen cada cuatro años), no venderían (ejercicios 1, 2 y 3). Sólo al final de los cuatro años lograrían vender toda la maquinaria producida que es la que requeriría reponer el conjunto del capital. 

De esta forma, lo que se presenta como un ciclo del valor de la producción se acompaña de sobreproducción en términos físicos (valores de uso) en el sector de los medios de trabajo (los que crean las máquinas). 


Aspectos colaterales

Una serie de fenómenos pueden reducir el impacto del problema que plantea la reposición del capital fijo sobre el valor de la producción.

Entre estos fenomenos unos lo suavizan (no todo el capital fijo se renueva a la vez, hay tipos de capital fijo con vidas útiles diferentes, por ejemplo); otros trasladan la tension, o la reparten, con otras esferas: crédito, estado, comercio exterior, entre otros. Aquí un inciso: un estado capitalista con suficiente control sobre los capitales privados (pienso en China) puede dirigir planificadamente estos aspectos.

Además, hay que tener presente los problemas monetarios que origina el fondo de amortización, el efecto de la obsolescencia acelerada, o el chatarreo (la venta de maquinaria atrasada a capitales marginales), por no hablar de la tendencia a la centralización del capital (monopolios). En cualquier caso, todos estos fenómenos, entre otros, dan cuenta de la complejidad de una investigación concreta, pero no deben nublarnos al punto de olvidar la determinación que impone la reposición del capital fijo al ciclo del capital.


Conclusión

En general, la teoría económica se resiste a reconocer la crisis en la economía y le cuesta explicarla. Por nuestra parte, de manera sucinta hemos expuesto, siguiendo a Marx y a su Crítica de la Economía Política, que la crisis:

  • no es una casualidad sino que obedece a una causalidad;
  • la causa de la crisis no es algo externo al capital sino que tiene que ver con una parte del capital, el capital fijo;
  • este aspecto no tiene que ver con las expectativas, percepciones o voluntades de los capitalistas, sino con la materialidad del proceso de producción;
  • y que, paradójicamente, la crisis capitalista viene acompañada de sobreproducción.

Aún más, los factores que suavizan o trasladan sus efectos, no solo no anulan la contradicción del capital fijo y su efecto sobre el ciclo del capital social, sino que nos alerta sobre la perspectiva general de la crisis.

viernes, 10 de octubre de 2025

España: nación, estado y mercado

Introducción

La celebración, el 12 de octubre, de la Fiesta Nacional me ha llevado a pensar la españolidad. Una identidad cuya controversia histórica aún nos acompaña. A veces, se presenta como una esencia milenaria. Sin embargo, aquí, guiados por la Crítica de la Economía Política, defenderemos que se trata de un producto histórico-social. 

La nación española cuaja cuando el capitalismo crea el mercado nacional (bienes y servicios, tierra, dinero y trabajo). Un proceso mediado por la acción de las clases sociales, con el Estado como tejedor de la circulación global de las mercancías hasta convertirla en una experiencia común, española (símbolos, rituales, lengua, educación, conscripción e impuestos). Tras el “ser español” hay un contenido político con una base económica. El proceso histórico que lo originó se inicia en el siglo XIX.

Te propongo lo siguiente. Primero, vemos cómo nos orientan los científicos sociales. Luego nos centramos en la base económica del proceso. Finalmente, conectamos con la idea de la nación española como identidad contradictoria, que llega hasta nuestros días. 


Marco 

A lo largo de dos milenios, el mismo espacio fue Iberia, Hispania (Bética + Lusitania + Tarraconense), Hesperie, al-Ándalus, los Reyes Católicos “unifican” las coronas de Castilla y Aragón, Sefarad, “las Españas”, y Espagnia/Spain/España, esto último en la diplomacia europea del siglo XVII. Nombres que designaron un territorio y monarquías; pero no la nación española en sentido moderno.

Siguiendo al historiador Hobsbawm, la nación moderna, capitalista, requiere una serie de ingredientes: Estado administrativo con capacidad territorial (ley, hacienda, ejército, escuela); ciudadanía y política de masas; mercado integrado (infraestructura, moneda, crédito); cultura común estandarizada (lengua, currículo, prensa); y símbolos/rituales que naturalizan la pertenencia. 

Por otra parte, Marx nos encamina hacia el rastro de lo económico oculto tras las construcciones políticas e ideológicas. En este caso, la nacionalización (creación de la nación) española tiene como contenido económico el mercado nacional (tierra, dinero, bienes y servicios y trabajo). Detengámonos en esto.


Nacionalización de la mercancía tierra

El Antiguo Régimen anclaba la tierra a vínculos personales que habrán de ir desapareciendo (abolición de señoríos en 1811; desvinculación de mayorazgos en 1836; desamortización eclesiástica de Mendizábal en 1836-37; desamortización civil de Madoz, con venta de propios y comunales, en 1855; la Ley Hipotecaria y del Registro de la Propiedad de 1861) ante el avance del capital que reclama la tierra como una mercancía más, que se privatiza, se inscribe, se vende y se hipoteca, en la misma moneda con seguridad jurídica homogénea. Un proceso no exento de conflictos en el que los beneficiarios son la burguesía y la nobleza compradoras, mientras las clases populares acrecentarían su proletarización y la Iglesia obtiene las dotaciones estatales al clero.


El dinero, forma general del valor nacional

La existencia de monedas provinciales y la dispersión de la emisión suponían trabas a la integración de precios así como a la confianza fiduciaria a escala nacional. En esto los hitos principales son: la creación del mercado de capitales, la Bolsa de Madrid (1831) a la que seguirían Barcelona y Bilbao; el establecimiento de la moneda única, la peseta (1868); el monopolio de la emisión se otorga al Banco de España (1874). No solo se trataba de que circularan las mercancías, también los capitales que financiarían ferrocarriles, teléfonos, minas y fábricas, bajo un lenguaje de precios común, un medio de pago fiable y aceptado, y una información nacional (prensa y publicación de cotizaciones). 


Unidad nacional del mercado de bienes y servicios

La circulación general de las mercancías de manera homogénea, permitiendo experimentar todo el territorio nacional como una unidad económica, exigió derribar las barreras locales. Desde mercantiles con la promulgación del Código de Comercio (1829 y 1885) unificando contratos, facturas, sociedades hasta administrativas (división territorial en provincias de 1833). Pasando por garantizar la seguridad en los caminos (Guardia Civil en 1844), la reforma fiscal de 1845 (Mon-Santillán) que unifica tributos, el despliegue de los transportes como el ferrocarril (1848) y las comunicaciones (teléfono en 1880s), la unificación de tarifas de correos (el primer sello nacional data de 1850), la eliminación de los portazgos y los pontazgos (1868). Se trata de eliminar costes de transacción (aranceles), alinear mercados facilitando la convergencia de precios y la fluidez de la información, creando la imagen de unidad nacional de mercado que da: mismo contrato, misma moneda, misma factura, mismo juez.


La fuerza de trabajo como mercancía nacional 

La transformación de la fuerza de trabajo en una mercancía de ámbito nacional requiere además la abolición de los gremios (1830s), la obligatoriedad del servicio militar que mezcla los reemplazos regionales, facilitar su movilidad tanto interior campo-ciudad (1880–1930) como la exterior masiva hacia América y Europa. Además, la Ley de Asociaciones (1887), el Instituto de Reformas Sociales (1903), el Instituto Nacional de Previsión (1908) y la jornada de Ocho horas (1919) cimentan un lenguaje nacional de derechos y conflictos: huelgas, carestía, convenios, seguros… El obrero local empieza a pensarse en términos “nacionales” de convenio, salario, y derechos; en tanto la prensa multiplica esta conciencia compartida. 

A través, y a la vez, de la constitución de esta unidad de mercado vemos que va emergiendo la nación española, en su materialidad y en su espiritualidad (conciencia nacional), dejando de ser una mera retórica para ir aterrizando en un modo de vivir en esta sociedad, una forma de trabajar, comprar, pagar, estudiar, viajar, opinar y hasta pelear, en común.


Conclusión

La Crítica de la Economía Política nos invita a ver la nación española como una comunidad política (o pueblo soberano con derechos y deberes) resultado de la acción de las clases, en su unidad y lucha, con gran protagonismo del Estado, encargado de organizar, fiscalizar y ritualizar la construcción del mercado nacional.

La nación española se acompaña de la conciencia nacional española, que apela al sentimiento de pertenencia e identidad que tienen los individuos que integran la comunidad, y se sirve de los símbolos (bandera, escudo, himno, la selección o la Fiesta Nacional,…) para vincular lo material y lo emocional; cuando ondea la bandera (Carlos III en 1785) no es sólo estética o territorialidad, es también derechos y obligaciones. 

Como proceso en construcción y en continua disputa, la nación española se reconfigura. El desarrollo del capitalismo español va imponiendo sus particularidades a través de la interacción de las clases sociales: definiendo su marco (Constitución de 1978); integrándose en el mercado europeo con su moneda y políticas; reordenando la tierra a través de la PAC y la transición energética; o redefiniendo el trabajo y la circulación de la información mediante la robotización, la digitalización y la Inteligencia Artificial. Podemos seguir llamándola España: pero, aun con los mismos símbolos, su contenido político, las relaciones sociales y el catálogo de derechos y deberes cambian.

domingo, 5 de octubre de 2025

Leyes feministas, política y economía en España (1976-2025)

 Esta comunicación fue presentada en el pasado IX Congreso de Economía Feminista, celebrado en la Universidad Pablo de Olavide (Sevilla) del 2 al 4 de octubre de 2025, cuyo tema articulador giraba en torno a “Las economías feministas ante el capitaloceno: análisis y alternativas”.


El trabajo que sigue parte de una pregunta: por qué se produjo el avance de las leyes feministas en España durante los últimos cincuenta años. Para cuya respuesta me apoyé en la Crítica de la Economía Política, es decir entiendo las leyes como una expresión de la lucha de clases, que a su vez constituye la forma histórica en que se desarrolla la acumulación de capital.

En otro lugar (al principio del blog) todo esto está más literaturizada, deteniéndome en qué leyes son aprobadas por tal o cual parlamento del subperíodo gubernamental, bajo qué presiones sociales y feministas, y en qué contexto económico, sobre todo nacional, pero también comunitario y mundial. Para reducir la exposición, opté por una síntesis más cuantitativa y estadística. 


Método o procedimiento

De modo que los aspectos económicos y políticos, que acompañan la legislación feminista, quedaron condensados en indicadores. Procedí de la siguiente manera para poner de relieve estas relaciones.

- Por un lado, separamos la acumulación capitalista en las etapas de los ciclos económicos contenidos en ella; así nos surgen 6 períodos que serían la crisis industrial (1976-1984), la expansión socio-liberal (1984-1991), la crisis monetaria (1992-1994), la expansión del ladrillo (1995-2007), la gran recesión (2008-2014) y la expansión actual (2015-2025). A modo de autocrítica los nombres de los períodos económicos no están muy elaborados, y no introduje la crisis de la Covid (2020).

- Dentro de cada etapa del ciclo económico distinguimos subperíodos según el partido en el gobierno, en el cuadro adjunto se pueden observar los distintos subperíodos gubernamentales que van caracterizados por el partido o coalición de partidos gobernantes. En la exposición añadí la ideología, pero aquí lo entendí innecesario.

- Por último, indico el número de leyes feministas promulgadas en cada subperíodo; conviene aclarar, ya que fue una de las preguntas que hizo el público, que por leyes feministas me refiero a las que atienden a problemáticas femeninas, plantean derechos de las mujeres y apuntan hacia la igualdad de género. No entré en la discusión de si verdaderamente son feministas las 31 leyes a las que me refiero, que están tomadas de la documentación histórica.


Ciclo económico e ideología gobernante

El cuadro siguiente, que fue bien recibido durante la exposición, expresa la síntesis de la información mencionada.


CUADRO – RESUMEN

Período económico

Ciclo económico

Período de gobierno

Partido gobernante

Leyes Feministas

1976-1984

Crisis industrial

1976-1982

UCD

6

1982-1984

PSOE

2

1985-1991

Expansión socioliberal

1985-1991

PSOE

3

1992-1993

Crisis monetaria

1992-1993

PSOE

0

1994-2007

Expansión del ladrillo

1994-1996

PSOE

0

1996-2004

PP

2

2004-2007

PSOE

4

2008-2014

Gran recesión

2008-2011

PSOE

1

2011-2014

PP

1

2015-2025

Expansión actual

2014-2018

PP

0

2018-2019

PSOE

1

2019-2023

UP-PSOE

9

2023-2025

S-PSOE

2


Destaco dos resultados principales de este cuadro.

La primera es que, en general, los gobiernos de izquierda frente a los de derecha  son los que más leyes feministas impulsan (22 a 9). Sin embargo, esta relación no es inmediata ni mecánica. Por un lado, la izquierda, a veces, no impulsa leyes feministas; por otro lado, en ocasiones, la derecha impulsa este tipo de leyes.

La segunda es el carácter procíclico de la legislación feminista: es decir, cuando hay expansiones se promulgan muchas leyes, mientras que cuando hay crisis se aprueban pocas o ninguna (21 a 10). De nuevo, la relación ha de verse de manera dialéctica advirtiendo la presencia de mediaciones: en determinadas expansiones no se aprueban leyes, y en alguna crisis sí.


Mercado laboral

Una mezcla de los dos aspectos (ideología del partido gobernante y etapa del ciclo económico) permite explicar bastante mejor los vaivenes, la manera en que aparece, del ascenso feminista de la legislación. Pero, aún así no era completo.

Además, seguía pendiente la cuestión de fondo: explicar, más allá de la forma, el contenido del progreso feminista de la legislación; en este caso, su tendencia ascendente. 

La respuesta que encontré está en el mercado laboral donde se refleja el paralelismo entre el empleo femenino y la legislación feminista. La gráfica de abajo muestra la evolución de la población activa y ocupada, en miles, de las mujeres en España durante estos últimos cincuenta años. Ahí se observa el ascenso continuo e ininterrumpido de la incorporación masiva de la mujer española al mercado laboral.




Conclusión y apertura

El avance legislativo del feminismo en España durante el período 1976-2025 responde a la necesidad del capital de ampliar la base sobre la que extrae la plusvalía, la incorporación masiva de la fuerza de trabajo femenina. Ahora bien esta necesidad se realiza a través de la contratación laboral, la negociación colectiva, la sindicación, la movilización social y feminista, la inclusión del feminismo en las agendas y programas partidarios, las elecciones legislativas, el debate parlamentario y el impulso gubernamental, que adopta finalmente la forma de ley feminista, o sea la lucha de clases.

Otra cuestión es explicarse por qué el capital español necesitó durante este período esta incorporación masiva de la mujer al mercado laboral (ampliación numérica de la fuerza de trabajo, características específicas, crear más población obrera sobrante,…). No obstante una de las cuestiones que se planteó es el papel del deseo de las mujeres de trabajar fuera del hogar. Sin negarlo, esto nos abre otra cuestión: de donde surge esa voluntad. De manera breve: la realización de la voluntad de trabajar tiene como presupuesto su capacidad de trabajo, su ser fuerza de trabajo en potencia, o sea ser clase obrera latente, formar parte de la relación de capital y de su movimiento, la acumulación de capital. 

Por último, planteé una cuestión, que invita a continuar la investigación. A la luz de lo dicho, cómo explicarnos el cuestionamiento actual de los derechos feministas: un momento de corrección tras el progreso experimentado; o, por el contrario, asistimos a una nueva etapa caracterizada por un cambio en la necesidad del capital respecto de la fuerza de trabajo femenina primando más el fraccionamiento de la clase obrera a través de exacerbar el enfrentamiento entre su porción masculina y la femenina.

En mi opinión, la historia de las leyes feministas españolas de los últimos cincuenta años nos muestra que su avance traduce necesidades económicas cuya realización concreta es dialéctica, teniendo a la lucha de clases como protagonista. El desafío es imbricarse en la necesaria radical transformación social, que será feminista o no será.

lunes, 29 de septiembre de 2025

La reproducción social del sujeto capital

 


El capital no es un mero objeto, producido por las personas, es el sujeto que produce a las personas en la sociedad capitalista. En esta inversión descansa buena parte de las cortinas sociales que nos impiden comprender nuestras propias vidas.


Pero, vayamos por partes. El capital se nos presenta fraccionado, sectorial y empresarialmente. Como cantidades de capital que dotadas de vida propia, buscando su valorización, funcionan de manera independiente unas de otras. Sin embargo, el capital termina imponiéndose como el protagonista de la vida social en el modo de producción capitalista. Esta contradicción, entre el fraccionamiento autónomo y la unidad orgánica, es abordada por Marx en su investigación de la reproducción social (Libro II de El Capital).


El capital como sujeto

Pero, a qué nos referimos cuando afirmamos que el capital es el sujeto. Mientras la economía convencional se “atasca” en el objeto (máquina, mercancía) sin ver la relación social que hay detrás, la Crítica de la Economía Política (CEP) avanza más allá. No solo ve, en el capital, la relación social objetivada que regula tanto la producción como el consumo sociales y, con ello, la superestructura ideológica y política de la sociedad. Sino que descubre que en su automovimiento, el capital genera las condiciones de su producción, es decir se reproduce. Sin pretender adelantarme, descubre aún más, que se termina aniquilando, pero esto quedará para otro momento.

Un ejemplo. Sabemos que el capital necesita que los obreros estén separados de los medios de producción y se vean obligados a vender su fuerza de trabajo a los propietarios de aquellos, los capitalistas. Esta condición, punto de partida, del capital es re-creada cuando, al final del proceso, el capitalista tiene el producto mientras el obrero tiene solo el salario con el que reconstituir su fuerza de trabajo para volverla a vender.


Unidad versus fraccionamiento

Así, el capital organiza la sociedad autorreproduciéndose; por eso, es el protagonista de la vida social. Para otro momento quedará el papel de las personas en este engranaje social. Ahora se trata de conciliar este planteamiento con la observación de un capital fraccionado, sectorialmente (entre las distintas ramas de la producción) y empresarialmente (las miles o cientos de empresas en cada rama).

Abordar esta contradicción es el significado que encuantro a la investigación sobre la reproducción social.


La reproducción social

Veamos sintéticamente esta el análisis de Marx. Tomemos el caso de la reproducción simple donde la sociedad produce siempre lo mismo, no crece. 

El capital social global se descompone en dos grandes sectores, el que produce medios de producción (sector 1) y el que produce medios de vida (sector 2). Cada uno de estos sectores emplean medios de producción (capital constante, c) y fuerza de trabajo (capital variable, v), que genera una plusvalía (p), siendo la suma el valor de la producción (m) de cada sector.

En términos algebraicos la cosa queda así:

Sector 1 (medios de producción)        c1+v1+p1=m1

Sector 2 (medios de vida)                 c2+v2+p2=m2

Capital total global                                c  + v  + p= m


Se puede hacer de diversas formas (igualando la producción de medios de producción y su consumo, m1=c; o con los medios de vida, m2=v+p), pero este sistema de ecuaciones lineales tiene como solución v1+p1=c2. 

Lo cual significa que la condición para que la sociedad produzca y consuma lo mismo que en el período anterior, es que ambos sectores se relacionen según esta proporción concreta: el valor de los medios de producción consumidos por el sector productor de medios de vida (2) ha de ser igual al valor añadido neto (suma de capital variable y plusvalía, v+p) del sector productor de medios de producción (1). Si no se cumple, la sociedad no podrá sostener la producción y el consumo actuales. 


Conclusión

La relación entre ambos sectores, y por extensión las relaciones intersectoriales e interempresariales, que vincula a los capitales individuales es la condición de la unidad de estos y de su reproducción social. De forma más contundente: tras la forma del fraccionamiento de los múltiples unidades autónomas de capital, emerge el contenido de su unidad orgánica, el capital social global, el sujeto de la vida social.

Por ello, cualquier análisis que se reivindique de la CEP debe partir del capital social global para ir descendiendo en concreción hacia los capitales sectoriales y, finalmente, a las empresas aisladas, con el objetivo de explicarse la realidad capitalista.


domingo, 21 de septiembre de 2025

Juventud, protesta y capital

El capital arrebata el futuro y la juventud se moviliza. No se trata de un fenómeno natural, sino de una función social: las nuevas generaciones catalizan la protesta social. De Vietnam a Palestina, de la dictadura franquista a Nepal, la historia se repite con nuevas formas.”


Algunas de las protestas ciudadanas, en las sociedades capitalistas contemporáneas vuelven a poner en evidencia el protagonismo juvenil. Ojo! No solo en la izquierda, también en la derecha (movimiento MAGA, votantes de Milei, por no detenernos en España). La pregunta que nos asalta: qué potencias movilizadoras tiene la juventud en cuanto fracción de la clase obrera, y qué necesidad tiene la acumulación del capital de que dichas potencias se actualicen. Echemos un vistazo.

Efectivamente, desde las movilizaciones propalestinas, iniciadas por los universitarios estadounidenses duramente reprimidas, primero por Biden y luego por Trump, hasta las más recientes protestas contra el genocidio israelí en España; pasando por el movimiento antiglobalización (Seattle, Génova o Sevilla) continuadas por el pacifismo contra la Guerra de Irak (2003). Pasando por; las revoluciones de colores (Serbia en el 2000, Armenia en 2003, Ucrania en 2004); las primaveras árabes (Túnez, Egipto, Siria, en 2010); el movimiento de los indignados (15M en España, Ocupad Wall Street o las movilizaciones juveniles francesas, en 2011); el movimiento climático (Fridays for Future iniciado por Greta Thunberg en 2018 cuyas huelgas, campamentos y sentadas se extendieron mundialmente); la última ola feminista (Ni una menos de Argentina, el Mee Too estadounidense, huelgas mundiales del 8M, o la reacción a la sentencia del caso La Manada que desembocaría en la Ley del solo sí es sí, en España). Incluso la reciente movilización nepalí, el siglo XXI nos ha traído un resurgir del descontento juvenil.

Sabemos que no es un fenómeno nuevo: las protestas universitarias estadounidenses (guerra del Vietnam), el Mayo del 68 francés, la Primavera de Praga o el movimiento antifranquista en España, entre otros. Sin mucho detenimiento, hay algunas diferencias: la guerra fria, la perspectiva del socialismo, grandes organizaciones de masas, liderazgos verticales, lucha armada, medios de comunicación masivos (tv, radio).


El caso de Nepal

El Asia sudoriental viene siendo una zona con estallidos esporádicos de protagonismo juvenil: Bangladesh, 2018; Hong-Kong, 2019; Sri-Lanka, 2022. 

Pero, la reciente movilización en Nepal (09/2025) resulta llamativa. El gobierno prohibió varias plataformas digitales (Facebook, WhatsApp, Instagram, YouTube, X, entre otras), el día 4. Larvadamente, durante pocos días, miles de personas, con fuerte presencia de la generación Z (jóvenes que nacieron con el móvil en la mano) se organizan a través de las redes sociales destacando Discord (muy vinculada a la comunidad gamers, videojuegos). El día 8, bajo la bandera de la libertad digital, se inician levantamientos ciudadanos: manifestaciones, ocupaciones de edificios, un ministro es arrojado desnudo a un rio, varias decenas de muertos, y el ministro de interior, tras imponer el toque de queda, dimite. Al día siguiente el gobierno rectifica, pero la agenda reivindicativa se ha ampliado  (corrupción, desigualdad, falta de oportunidades) y las movilizaciones continúan contagiando a otros sectores de la sociedad (sindicatos estudiantiles, partidos incluso gubernamentales, sectores agrarios y trabajadores informales); el gobierno se descompone y el primer ministro dimite. El 11 de septiembre tras una reunión con los representantes se acuerda: nombrar primera ministra a la ex-jueza Karki, ya jubilada; disolver el parlamento, y convocar nuevas elecciones para marzo de 2026; además, reparación a las víctimas y un día de luto nacional.

En nuestra opinión, el planteamiento materialista que deriva de la Crítica de la Economía Política nos permite señalar algunas claves para iniciar la comprensión general de este fenómeno, más allá de las particularidades de cada caso.


Ciudadanía y lucha de clases

El avance de los derechos ciudadanos, empezando por los laborales, viene precedido, y no es casualidad, de la protesta social. La lucha de clases es irremediable dado el antagonismo de clases; siempre está latente. A pesar de lo cual no es facil saber en qué momento, lugar, acontecimiento o sector estallará. La causalidad adopta, como otras tantas veces, la forma de la casualidad.

Más allá del conflicto generacional, que bajo la expresión de la lucha de clases adopta otras connotaciones. La reivindicación juvenil por su desapego a lo particular y su planteamiento más general y altruista suele generar simpatías e involucrar a otros sectores de la sociedad. Se ha visto en las luchas propalestinas donde la paz, los derechos humanos o la defensa de la vida, tienen esa significación. Pero, también en Nepal (derechos digitales), en la lucha feminista, en los movimientos ambientalistas, en las protestas de los indignados (regeneración política) e incluso las primaveras árabes (democracia) o las revoluciones de colores (libertad).


Lucha de clases y juventud

Siendo inevitable la lucha y la protesta social, por qué la juventud es propensa a encender la chispa. Señalemos algunas, teniendo presente que el ser social determina a la conciencia social, no en modo mecánico sino dialéctico: tienen menos que perder (precariedad laboral, propiedades, responsabilidades familiares), perciban en mayor medida el daño y la injusticia (clima, guerra, igualdad, oportunidades), desconfíen más de las instituciones (y del mundo de los mayores) o estén más comunicados a través de las redes sociales adoptando una visión más global.  

Las personas jóvenes son portadoras de las novedades sociales, son una especie de avanzadilla social que anticipan las contradicciones sociales (humanitarismo, digitalización, ecología, feminismo, democracia, libertad, vivienda) y globalizan las luchas locales. No solo en los contenidos, también en las formas (acampadas, disfraces, músicas, móviles, aplicaciones, redes).


Juventud y clase obrera

Aún con su novedad, la juventud, su mayor parte, no puede obviar que es una fracción de la clase obrera: bien porque venda su fuerza de trabajo (ocupada), bien porque no encuentre comprador (parada), bien porque se esté formando para vender su fuerza de trabajo en el futuro (estudiante). Por tanto, sus intereses son los de la clase obrera, y sus enemigos de clase son la burguesía (la clase capitalista y sus defensores), participando de su lucha, en su diversidad de formas (económica, política o ideológica).

Ahora bien, precisamente la edad temprana les lleva a mayor desempleo (falta experiencia), empleos más precarios (menores sueldos, mayor inestabilidad y peores tareas) o incluso a percibir más dramáticamente la falta de oportunidades en el caso de los estudiantes. Este último aspecto se evidencia aún más con la guerra, el cambio climático o el avance tecnológico de la Inteligencia Artificial, cuestiones nada ajenas al desarrollo capitalista.


Clase obrera y enajenación

La clase obrera está enajenada en su mercancía, la fuerza de trabajo. No tiene otra que personificarla si quiere venderla en el mercado de trabajo. Por ello, ha de formarse para dotar a su fuerza de trabajo de los mejores atributos; ha de reconstituirla a diario para presentarla en las mejores condiciones; y, ha de usarla de acuerdo a los fines que guían su contratación (someterse a la explotación). Todo ello so pena de no venderla, y perder su vinculo social, el dinero.

La juventud obrera, también es portadora de la fuerza de trabajo, y está enajenada en su mercancía. Por un lado, tiene la mejor formación (capacidades y habilidades técnicas), la que requiere los capitales técnicamente más avanzados, lo cual dota a la juventud de poder (los medios de comunicación destacan las movilizaciones juveniles). Por otro, la escasa experiencia laboral, a pesar de los esfuerzos escolares, la disciplina fabril y la subordinación jerárquica, están menos presentes en los jóvenes.


Enajenación y libertad

A pesar de estar enajenados en la fuerza de trabajo, nos creemos libres. (Todos, pero los jóvenes más). La libertad es la forma de la conciencia enajenada. Nos creemos libres porque podemos elegir a qué capitalista vender la fuerza de trabajo, pero estamos obligados a vendérsela a uno; nos creemos libres porque podemos elegir el tipo de fuerza de trabajo que nos formaremos, pero estamos obligados a especializarnos en una (no siempre la que más te gusta); nos creemos libres porque podemos pedir el salario que queramos, pero solo nos pagarán, con suerte, su valor de mercado; y así podríamos seguir. No es que sea falsa esta libertad, es simplemente la libertad capitalista. Lo importante es entender que esta libertad capitalista está fundamentada en la enajenación en el capital.

La juventud, por la próximidad del colchón familiar, por la ausencia de compromisos materiales, por la falta de propiedades, etc.. se vé aún más libre. Esto se refuerza  al tener la perspectiva de salir de la disciplina familiar y escolar, y no tener tan presente la dictadura patronal. Todo esto contribuye a naturalizar en mayor medida la libertad, hasta verla como un absoluto e idealizarla. 


Libertad y capital

El ejercicio de la lucha de clases, necesario para el desarrollo del capital, requiere un marco jurídico, político e ideológico en el que desenvolverse. Esto implica la existencia de leyes, mecanismos para crearlas y modificarlas, instituciones (negociación colectiva, huelga), organizaciones (políticas y sindicales), entre otros, etc. No es que sea una conquista arrancada al capital. Son una necesidad para el desarrollo pleno del capital. Un ejemplo es la libertad de compraventa de la fuerza de trabajo, que es una condición para que ésta se compre y se venda por su valor, que es requisito de la máxima plusvalía relativa (robotización, digitalización, inteligencia artificial).

Así, la libertad capitalista no es un otro ajeno al capital, es una forma necesaria suya. Cuando la juventud, u otro sector de la clase obrera, lucha por la libertad, o la democracia, o la igualdad, capitalistas, luchan, entre otras cosas, por formas capitalistas, que dotan al capital de más potencia para su expansión aparentemente ilimitada.


Capital mundial

La unidad mundial capitalista está, hoy por hoy, fraccionada en estados. Estados que son los representantes políticos de sus respectivos capitales. Éstos compiten y se alían en el mercado mundial de los productos, las materias primas y energéticas, las rutas y lugares estratégicos, etc. Competencias y alianzas que echan mano de todos los instrumentos posibles, y uno de ellos es la desestabilización política y social de los otros estados.

Este “juego” geopolítico siempre está presente, de manera evidente u oculta, en cualquier lucha social. Cuando se conoce se puede utilizar, y cuando no se conoce el utilizado es uno. Un caso, la presencia e influencia de los servicios de inteligencia occidentales y otanistas en las revoluciones de colores o en las primaveras árabes, por decir algunos suficientemente acreditadas, enarbolando las banderas de la democracia y la libertad.


Conclusión

El capital, la relación de compraventa de la fuerza de trabajo, organiza la humanidad (geopolítica y economía) como un sujeto automático. La acumulación de capital no solo supone el aumento del capital y las clases sociales, también supone la reproducción de las condiciones jurídicas (leyes), políticas (partidos, sindicatos y estado) e ideológicas (enajenación, libertad, teorías capitalistas) que la hacen posible. Marx añadirá a la libertad, la propiedad, la igualdad y la utilidad (el interés propio). Pero, dado el antagonismo de clases, la forma en que se reproducen no es mecánica sino la lucha de clases. El lugar que ocupa la juvenil fuerza de trabajo en la acumulación de capital en la era de la automatización, la digitalización y la inteligencia artificial, le imprimen a esta fracción de la clase obrera, una serie de potencias de cara a estos enfrentamientos.

La conciencia juvenil, absolutamente libre, va adquiriendo en su formación y en su ejercicio los atributos de la conciencia libremente enajenada; posteriormente, en su explotación y lucha, muta en la conciencia de clase; y, finalmente, si entiende que la explotación solo desaparecerá con la superación del capitalismo, se transformará en conciencia revolucionaria. Pero, este desarrollo de la conciencia no es ajeno a las condiciones materiales bajo las cuales las personas se relacionan en la reproducción de sus vidas. Lejos de encontrarnos ante un nuevo sujeto social, esta particular fracción de la población, la juventud, forma parte del sujeto histórico, la clase obrera. Ahí tiene un papel que cumplir, ser la chispa que incendie las viejas relaciones capitalistas dando paso a la organización consciente de la nueva sociedad, el comunismo.


jueves, 11 de septiembre de 2025

La circulación de la plusvalía y el enigma del dinero

 (a todos los que afrontan críticamente la lectura de El Capital)

La producción capitalista, a nivel social, se inicia con un capital de 150 millones de unidades monetarias, digamos, y termina, tras la producción de plusvalor, con 210. ¿De donde sale la demanda efectiva para que circule más valor del que se inyectó en principio? Aclaremos, no se trata del origen del plusvalor, que ya sabemos es la explotación de la fuerza de trabajo, sino de cómo se convierte en dinero.

Este asunto, en apariencia inocente, hizo correr ríos de tinta en la historia del marxismo. Primero, por las sospechas de error en Marx, que lo abordó en la sección sobre la rotación del capital del libro II de El Capital donde investiga la circulación del capital. Después, porque según la solución se derivan conclusiones teóricas y políticas distintas. Un ejemplo, fue el planteamiento de la insigne revolucionaria Rosa Luxemburg que basándose en esto afirma la imposibilidad del desarrollo capitalista sin el recurso a modos de producción distintos.


Planteamiento del problema

Un apunte metodológico previo, en este asunto, como en buena parte del libro II, Marx aparca la dialéctica y echa mano del razonamiento lógico porque se trata de cálculos algebraicos. No obstante, en las conclusiones, indicaremos su significado dialéctico.

Nuestro autor se propone explicar la circulación del capital total de la sociedad sin recurrir a lo que denomina subterfugios, elementos exteriores a la inmediata producción capitalista, caso de la velocidad del dinero, el sistema de crédito u otros modos de producción.

De modo que, refiriéndose al capital social total, por tanto el protagonismo es de las clases sociales, y respetando la ley del valor (cada mercancía se vende por su valor), distingue dos escenarios: el de la reproducción simple (no hay capitalización de la plusvalía) y la reproducción ampliada en la que los capitalistas invierten parte de la plusvalía en cada período. 

Hemos adoptado un ejemplo numérico simple a costa de no ser espectaculares en los resultados: el tiempo de producción es el año, la compraventa inmediata (tiempo de circulación nulo), por tanto la rotación es anual. 


Reproducción simple

En este caso la escala de la producción se mantiene y toda la plusvalía se destina al consumo individual de la clase capitalista. 

En el punto de partida, al inicio del periodo, la situación o distribución entre las clases es la siguiente: la clase capitalista tiene dinero, medios de producción y medios de vida; la clase obrera tiene fuerza de trabajo.

A renglón seguido la clase capitalista adquiere los elementos de la producción: compra la fuerza de trabajo a la clase obrera por un monto, el salario (pongamos 50); se compra, entre la propia clase capitalista, los medios de producción por un importe de 100. Enseguida se inicia la producción que termina con mercancías por un valor de 210, o sea 60 más que las iniciales, la plusvalía. La pregunta: si la clase capitalista solo volcó capital dinerario por 150 a la circulación cómo puede recoger 210.

La solución que da Marx es que el dinero necesario para que circule la plusvalía (60) ya está en manos de los capitalistas bajo la forma de un fondo de consumo: un ahorro que los capitalistas destinan a su gasto personal. Este fondo de consumo será repuesto cuando se venda la producción con la plusvalía, de modo que funciona como un anticipo de la plusvalía futura.

Así, tras la producción por (100+50+60=210) contaría para su realización con el dinero correspondiente al capital adelantado (150) y al fondo de consumo capitalista (60). La situación volvería a ser la inicial; o sea, la clase capitalista tiene dinero (210), medios de producción (100) y medios de vida (110), mientras la clase trabajadora dispondría de su fuerza de trabajo. Este sería el punto de partida del nuevo proceso social de producción capitalista.

Ahora bien, nada garantiza, y menos aún en la sociedad de los productores privados e independientes que es la capitalista, que el consumo capitalista sea repuesto por la plusvalía. Así, se abriría una discusión en la que Marx se adentra poco, y que dejamos apuntada para desarrollos futuros. 


Reproducción ampliada

En el caso de que los capitalistas utilizan el plusvalor, además de para su consumo personal, para ampliar la escala de la producción adquiriendo más medios de producción y contratando más fuerza de trabajo, la situación se complica un poco.

Partimos del mismo ejemplo de arriba. De nuevo el problema es si la clase capitalista vuelca a la circulación el adelanto del capital productivo (150, por ejemplo, en medios de producción y salarios), de dónde sale el dinero adicional para realizar la nueva producción mercantil por 210. Pero, esta vez teniendo en cuenta que la plusvalía (60) se descompone en consumo capitalista (30) y acumulación de capital (30) y, por tanto, la realización del plusvalor ha de tener presente que la forma material de ambos es distinta: medios de vida para capitalistas (30), el primero, y nuevos medios de producción (20) más medios de vida para los nuevos obreros (10), el segundo.

Otra vez el problema está en la circulación de la plusvalía, pues la circulación del producto (100 en medios de producción y 50 en medios de vida para obreros) que repone el valor de capital (150) no tiene problema al ser volcado por la clase capitalista al inicio.

En cuanto a la circulación del plusproducto (medios de vida para capitalistas) que corresponde al consumo capitalista (30) tiene la misma solución que en la reproducción simple: fondo de consumo capitalista que anticipa una parte de la plusvalía. Pero, qué ocurre con la circulación del plusproducto compuesta por los elementos de la acumulación (20 de medios de producción y 10 de medios de vida para obreros).

De nuevo el dinero necesario para realizar esa parte del plusproducto ya está en manos de la clase capitalista, sería un fondo de acumulación que los capitalistas gastarán en los nuevos medios de producción (20) y la nueva fuerza de trabajo (10) cuando decidan ampliar la producción, anticipando la plusvalía a capitalizar (30).

El problema se plantea a partir del segundo período. El modelo no explica de manera endógena el origen de los fondos, más allá del insuficiente fondo de consumo inicial, que permiten la realización del plusvalor. Marx admitirá el recurso a los subterfugios: señala la constitución de capital dinerario latente (depósitos, títulos, activos reales ociosos) y destacará el desarrollo del sistema de crédito como indispensable para la expansión capitalista, al punto que le atribuye la potencia de desarrollar las fuerzas productivas, pero aclarando que sin mistificaciones al respecto. Esto abre una linea de desarrollo que toca los problemas de realización, e incluso las crisis, que preferimos dejar para más adelante.


Conclusión

La apariencia es que la clase capitalista acumula capital productivo, o sea compra medios de producción y contrata fuerza de trabajo adicionales, tras vender la producción. Pero, no tiene por qué. La clase capitalista gasta y acumula a medida que produce, porque dispone de un colchón monetario que garantizan la continuidad de la producción y la realización de todo el valor producido. 

De modo general, o sea teniendo en cuenta la rotación y, por tanto los adelantos, se podría formular la siguiente ley. La circulación del producto social bajo las condiciones de la reproducción, simple o ampliada, del capital, presupone una cantidad de dinero en manos de los capitalistas que se calcularía sumando: capital adelantado (la lógica y el álgebra de Marx), por un lado y, por el otro, la constitución del fondo de consumo capitalista y la del fondo de acumulación, teniendo en cuenta que la suma de ambos fondos anticiparían el plusvalor futuro. 

Esta conclusión de la disponibilidad previa del dinero necesario para realizar el plusvalor, mirando el desarrollo histórico, recuerda el papel del suministro de metales preciosos provenientes de América y, por tanto, los “viajes” de Colón y el resto de “descubridores”, en el despegue capitalista de Europa.

Más allá de las circunstancias históricas, la realidad plasmó diversas formas en que el capital ha ido superando esta limitación de dinero, en la versión metales preciosos, recurriendo a los subterfugios: sistema de crédito, la compraventa a plazos, el dinero fiduciario, la velocidad del dinero, las sociedades externas de las que habla Luxemburg, o el crédito que el obrero abre al capital cobrando después de trabajar, entre otros. Marx los conocía pero pretendía explicar el capital por sí, como automovimiento, y a mi juicio lo consiguió. Mostró algo más, que estos factores no explican al capital sino que es el capital el que los explica a ellos.

Por último, el análisis lógico-algebraico de Marx, que ocupa buena parte del libro II, cumple una función en el despliegue dialéctico de su investigación sobre el capital: avanzar en la consideración del capital social como el sujeto concreto de la producción social. Para ello, establece una (faltan otras) condición cuantitativa, la ley, por la que los capitales individuales, autónomos y fraccionales, se subsumen en el capital social, cual órganos de la unidad superior, que dijera Marx hace más de 150 años y que tanto nos cuesta digerir hoy.


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