Capitalistas, autodestrucción y reacción social, en Sevilla a 23/05/20024
El desarrollo del capitalismo, histórico y actual, nos muestra diversos ejemplos en los que el comportamiento de los capitalistas no solo es destructivo sino incluso autodestructivo.
Uno de esos comportamientos autodestructivos es la explotación hasta el agotamiento de la fuerza de trabajo. Es el caso actual en numerosas personas que soportan exigencias empresariales que sobrepasan los límites normales abocándolas a la depresión u otras formas de enfermedad mental, cuando no a otras enfermedades profesionales o accidentes laborales y, finalmente, a la baja laboral (temporal o permanente) si logran sobrevivir. De esta manera, la acción del capitalista en su afán de incrementar el beneficio acaba con la fuente de esta plusvalía, la fuerza de trabajo.
Esto, en determinados momentos históricos, adquiere tal magnitud que pone en peligro al propio sistema generando una “reacción de la sociedad”, como Karl Marx expresa e investiga en el capítulo VIII de El Capital que trata sobre la jornada laboral.
Efectivamente, allí expone como las jornadas de más de 16 horas a las que sometían a los niños los capitalistas, no solo generaban unos elevados índices de mortalidad entre la fuerza infantil de trabajo sino que abocaba a la escasez a la fuerza de trabajo adulta. Estos capitalistas en la persecución de su interés privado (beneficio) hubieran aniquilado el origen de la plusvalía de no ser por la mencionada reacción social. Ésta abanderada por la clase obrera más consciente y sensible al daño propio en cuerpo ajeno, a través de la lucha de clases. Pero no solo ella, Marx también lo pone de relieve. En la implantación de la limitación de la jornada laboral, hay un actor inesperado, el representante del capital en su conjunto, el estado. Sépase, las leyes de limitación de la jornada laboral en el segundo decalustro del siglo XIX, fueron aprobadas por un parlamento, copado por capitalistas y aristócratas, sin la presencia de ningún obrero (los partidos obreros estaban prohibidos y el voto requería un pago previo inalcanzable para los trabajadores).
((un posible desarrollo es concretar mas en esta historia y mostrar la reacción capitalista a estas leyes donde aparecen formas concretas como medios de comunicación, tribunales, cárceles, represiones laborales, campañas patronales; también el comportamiento de los trabajadores menos conscientes que se rebelan ante las leyes que limitan la contratación infantil, pues los padres firman los contratos de los hijos y negocian las condiciones lucrándose con el trabajo de sus hijos, por ejemplo; hasta el punto que los obreros mas conscientes les piden a los inspectores de fabrica, de los que Marx recoge la información, que tienen que prohibir el trabajo infantil porque si no venderán a sus hijos; es la conciencia espontanea del modo de producción capitalista, la enajenación en la mercancía como forma de la libertad, aparentemente son libres pero esa libertad les conduce a vender a sus hijos porque están enajenados en la mercancía))
Pero, el exterminio de la fuerza de trabajo no es la única pulsión autodestructiva de la clase capitalista. Otro ejemplo, también muy a la orden del día, es la destrucción medioambiental. Casos de acciones sociales que han acabado con ecosistemas hay numerosos a lo largo de la historia, pero la frecuencia, la amplitud y el grado con que lo hace el modo de producción capitalista no tiene parangón. Algunos de los más llamativos: el escape químico de la Bhopal (1984), el naufragio del Exxon Valdez (1989), la explosión de la petroquímica china Jlim (2005), el derrame de crudo de la British Petroleum en el golfo de México (2010). En España, algunos vertidos han quedado registrados: el de la empresa Boliden en Aznalcollar (1998), los de la industria agroalimentaria al Mar Menor (2019) y en ese mismo año los de Fertiberia a la ria de Huelva. Pero el paradigma es la desforestación de la selva amazónica desde los años setenta. Allí el capital agrario no contento con el desastre medioambiental liquidó al activista Chico Méndez (1988). De nuevo, los capitalistas en la búsqueda de su interés privado, para lo cual se procuran la máxima libertad posible (carajo!), no se contienen, esquilman la naturaleza. La reacción social está llegando con lentitud. ((señalar el movimiento contra el turismo en Canarias))
Aquí no caben los problemas de falta de conocimiento, de información, de expectativas, u otros argumentos que la teoría social convencional, caso de la economía neoclásica, paradigma dominante y cercana a la liberal o austriaca tan en boga. Para estas teorías, los casos anteriores (sobre explotación de fuerza de trabajo, esquilmacion ecológica) y otros más que podrían citarse como tendencias autodestructivas del comportamiento racional capitalista (guerra, holocausto judío, exterminio palestino, catástrofes naturales, entre otros) forman parte de los fallos del mercado. El mercado, que esta teoría supone, es perfecto; pero, de vez en cuando presenta fallos. Estos fallos son analizados aportándose soluciones (teoría de los fallos del mercado). Normalmente la solución pasa por la intervención pública. Así, para esta teoría, el estado y la acción del estado son el resultado de los fallos del mercado, que presentaban como perfecto. En el colmo del delirio teórico se les ocurre que también el estado presenta fallos y a los que también encuentran solución (teoría de los fallos del sector público), que no esperen sea otra cosa que más mercado (sí aquel que era perfecto pero tenía fallos). Bien, no lo desarrollo por no desviarme, pero todo este arsenal teórico muy recubierto de matemática avanzada, sirve más que nada para la reafirmación y justificación ideológica de una práctica clasista, que beneficia a los intereses de los capitalistas.
La pulsión autodestructiva de la clase capitalista, aunque se busquen las justificaciones (ideológicas por muy aparatosa matemática que se emplee) pone de manifiesto algo que ha sido señalado algunas veces: es el carácter sobrante de la clase capitalista. Las formas violentas, excluyentes y discriminatorias, desvergonzadas e irrespetuosas, entre otras (fakenews, lawfare, bulos y acosos mediatico-judiciales), con la que se emplean sus representantes políticos más que ocultar, dejan a las claras la desesperación de los dueños de los medios de producción. Una clase, cuya función histórica ha sido realizada, y que no tiene justificación ni técnica ni social, es una clase diagnosticada de muerte, aunque se rebela ante su destino sembrando la destrucción.
((la clase capitalista, como ocurrió con la jornada, tiene dos necesidades cada una con su expresión ideológica y política, una salvarse ella y otra salvar el capital; y entre ambas se debate, por ello es fácil encontrarse capitalistas apoyando causas que favorecen el desarrollo del capital aunque particularmente no les favorezca))
Frente a esto caben algunas opciones. Claramente la reacción social mencionada arriba. De manera sucinta, solo lo indico: los movimientos sociales con la clase obrera deben buscar las alianzas necesarias con el estado para avanzar en la liquidación de la clase capitalista ((esta liquidación tiene dos formas extremas: la capitalista a través de la concentración del capital, y la anticapitalista que difícilmente obtiene el apoyo del estado)); no es fácil pero hay que explorarlo. Pero, antes y durante, la acción transformadora consciente debe ser organizada. El conocimiento de las propias posibilidades como el de las posibilidades de cambiar la situación han de explicitarse, someterse a crítica, contrastarse, y avanzar en la construcción del cuerpo teórico portador de los cambios que se pretenden. Como dijera Lenin, sin teoría revolucionaria no hay práctica revolucionaria; y análisis concreto de la situación concreta. Pero, no basta con desarrollar el conocimiento racional y objetivo; dicho conocimiento ha de ponerse al servicio de la comunicación, ser difundido e integrado por las organizaciones transformadoras, llevado al conjunto de la población para sensibilizar y concienciar a más personas, estableciendo la necesaria lucha ideológica (lo que otros llaman la batalla cultural). En fin, como siempre más deberes y más tareas. Pero, ese es nuestro destino: lo miramos de frente o escondemos la cabeza bajo el ala.