miércoles, 30 de abril de 2025

El Primero de Mayo, la lucha y el socialismo


Cada Primero de Mayo, Día Internacional de la Clase Obrera, ésta es convocada para recordar aquella protesta laboral (por la jornada de 8 horas); pero, también nos sitúa frente a la represión de que fueron objeto los mártires de Chicago (5 penas de muerte y 3 largas condenas), mostrando así el carácter irreconciliable de la lucha de clases, cuyo horizonte es la superación del capitalismo.

Bastantes personas piensan que los grandes problemas (pobreza, desigualdad, guerra, deterioro ecológico, falta de vivienda, desempleo, o jornadas extenuantes, entre tantos otros) que afronta la sociedad actual solo podrán resolverse definitivamente cambiando este modo de producción. Así, el socialismo nos remite a la revolución social. Pero, difícilmente puede darse una acción política de ese calibre sin que haya un sujeto revolucionario. Y qué menos que éste sea el portador de la conciencia revolucionaria. Ahora bien, de donde surge esta conciencia. 

Muchas preguntas, y más si nos remontásemos analíticamente hasta el final (no lo haremos). Aquí, antes que dar respuestas, proporcionaremos elementos para formular con más precisión las preguntas, invitando a una reflexión más detenida.

Vale la pena examinar el desarrollo histórico de la humanidad, como hace Marx en los Grundrisse, centrándonos en el carácter de la organización de las fuerzas productivas de la sociedad (relaciones sociales). 

Así, pueden distinguirse dos grandes etapas, con la posibilidad (salvo destrucción nuclear o ecológica) de una tercera. La sociedad humana, tras dejar atrás su estadio animal, inicia una etapa en las que las relaciones entre las personas (sociales) tienen un carácter directo y personal, bien sean de parentesco (comunidad primitiva), de propiedad (esclavitud) o de servidumbre (feudalismo). En la segunda etapa, la actual (capitalista), los vínculos que se establecen entre las personas son a través de las cosas (mercancía, dinero, capital) e indirectos (la compra o la venta median en la producción o el consumo). Esta etapa crea las condiciones de la tercera, el socialismo o comunismo, donde la organización de la producción social tendrá como fin inmediato (no mediado por las cosas) la satisfacción de las necesidades personales de los integrantes de la sociedad. Por tanto, las relaciones sociales serán directas e impersonales. Esta etapa requiere de la abundancia que otorga el adecuado desarrollo de las fuerzas productivas que proporciona la segunda etapa.

La nueva sociedad, o socialismo, surgirá del desarrollo de la sociedad capitalista; ¿es posible pensar otro origen? Pero, lo interesante es ver el cómo. Para ello tenemos que partir de la propia relación social general de la segunda etapa, el capital.

La relación de capital, la compraventa de fuerza de trabajo para la valorización (plusvalor), consolida la división de la población en dos grandes clases sociales. Los propietarios de medios de producción que compran la fuerza de trabajo y la explotan para valorizar su capital (capitalistas); y aquellos que, exentos de medios de producción, venden su fuerza de trabajo para vivir (asalariados).

En cuanto individuos libres (de vínculos personales), propietarios de la mercancía fuerza de trabajo y partícipes de la relación de capital, la clase obrera tiene su conciencia libremente enajenada en la mercancía y en el capital. Es gracias a esta enajenación que puede ser más o menos formalmente libre.

El capital aspira al máximo plusvalor para lo que pone en marcha tanto los procedimientos de incremento del trabajo vivo total (plusvalor absoluto) como de reducción de la parte que entrega al trabajador (plusvalor relativo). Este último, que supone cambios sustanciales en el proceso de trabajo, es el que se revela como más potente otorgando al capitalismo su carácter revolucionario.

Frente a ello, la clase obrera habrá de entablar diversas luchas (económicas, políticas e ideológicas), cuyo contenido es la defensa de su mercancía (la fuerza de trabajo) y de las condiciones de su compraventa y uso (jornada, ritmos, salario). Pero, esas luchas, son también expresión de la más general lucha de clases. Observemos que este enfrentamiento obrero es una elección libre guiada por la conciencia enajenada en la fuerza de trabajo (vender la mercancía en las mejores condiciones posibles) sujeta a la necesidad: primero personal (es el medio de vida del obrero), pero también social (el capital, no el capitalista, necesita que la obrera venda su fuerza de trabajo por su valor como condición de reproducción normal del conjunto del capital y de la sociedad).

A raíz de esta lucha de clases, como reacciones a las expresiones burguesas de la conciencia libremente enajenada, en algunos sectores de la clase obrera se desarrolla una conciencia crítica y revolucionaria, cuyo resultado será el surgimiento de: el socialismo científico, la dialéctica materialista y la crítica de la economía política, a manos de dos genios del proletariado mundial, Marx y Engels.

El movimiento del capital, su reproducción ampliada (centralización y concentración del capital), sobre la base de la plusvalía relativa (maquinaria, automatización, digitalización, inteligencia artificial) irá extendiendo la producción de plusvalía a tasas cada vez mayores pero sobre bases de fuerza de trabajo más estrechas. Una expresión de esto es la formulación de la ley del descenso de la tasa de ganancia, que señala el límite histórico del capitalismo. A la vez, sobre esta revolución técnica operada por el capital, se edificará una conciencia renovada sobre lo que es la persona. La acumulación de capital adopta la forma del desarrollo de la contraposición de intereses de ambas clases agudizando su enfrentamiento (vecinal, laboral, ecológica, feminista, por los derechos humanos, entre otras). A veces de manera contradictoria (guerras, exclusiones, segregaciones, hambrunas o desempleo), la unidad, organización y conciencia, de la clase obrera (o una fracción) se irá configurando como hegemónica en la sociedad.

El desarrollo del capital, cuyo carácter histórico se ha venido poniendo de manifiesto a través de las diversas crisis de sobreproducción, pone contra las cuerdas a la privatización del trabajo social, al propio capital. Éste entrará en una fase de estancamiento y descomposición, donde las alternativas se sucederán sin dar soluciones duraderas. Se abrirá un proceso conflictivo (entre los propios capitalistas y entre las clases), durante el que las personas asalariada adquirirán las últimas herramientas necesarias para asestar el golpe definitivo. Cualquier catástrofe puede ser el detonante (guerra, inundación, sequía, apagón). Las élites capitalistas buscarán cobijo, pero antes intentarán dividir a la clase trabajadora recurriendo a todo tipo de medios, incluso violentos (encierros, terrorismo, fascismo), poniendo a prueba la unidad, organización y solidaridad obreras.

Puesto que la clase capitalista no entregará la propiedad de los medios de producción, el avance capitalista de las fuerzas productivas, la socialización del trabajo privado, habrá de llevarse a cabo a través de la acción política consciente de la clase obrera, que expropiará a una burguesía convertida en parásito social y rémora para el propio capital, o sea la revolución social. 

Todavía a esta altura alguien podría plantearse por qué es la clase obrera el sujeto revolucionario. No es solo la clase que ha conseguido la conciencia y organización a través de la lucha de clases, sino que -sobre todo- es la clase capacitada para organizar (diseña, ejecuta y controla) la producción social, que garantiza la reproducción material de la sociedad.

Es más, alguna podría objetar que por qué no ha ocurrido ya esta revolución. La respuesta general es que el capitalismo, aún con los avances técnicos actuales (falta un mayor avance de la fábrica oscura, por ejemplo), no ha alcanzado ese punto de madurez en el que se aviste su final. La situación geopolítica mundial, el fraccionamiento de la clase obrera, un vistazo al top ten de programas de TV, el seguimiento de conversaciones en redes o leer los chats en whatsapp, lo mismo nos curan de la impaciencia revolucionaria. 

Una perspectiva cronológica también nos puede ayudar: tras millones de años viviendo en manadas, los hombres se organizan en sociedades bajo vínculos directamente personales durante pocas decenas de milenios (la revolución neolítica es del 10.000 a.n.e, el esclavismo duró unos pocos miles de años, el feudalismo en torno al milenio), la sociedad capitalista tiene una vigencia de unos cinco siglos (en su forma plena, pocos cientos de años). Pero, el capitalismo cambia vertiginosamente, de una generación a otra a penas se reconoce al género humano (los jóvenes de hace 25 años distan mucho de los actuales). 


Significa esto que hay que sentarse a esperar que el capital desarrolle las condiciones de su superación. Claramente, no. Cuanto más preparada esté la clase obrera más se acortará y menos sufrimiento supondrá el advenimiento de la nueva sociedad. Muchas son las tareas de las personas revolucionarias: desarrollar el método dialéctico y la crítica, recoger la historia de la lucha de clases, operar para extender la conciencia revolucionaria, potenciar la socialización del trabajo privado, o realizar la acción política consciente, por señalar algunas. También impulsar la lucha de clases no solo por su efecto organizador y pedagógico, sino porque al elevar el valor de la fuerza de trabajo obliga al capital a desarrollar las fuerzas productivas acercándonos a su final.


La memoria acumulada del Primero de Mayo, más allá de la lucha por los derechos laborales (sindicalismo) incluso en su expresión política corporativista (laborismo), nos conmina a preparar y entablar la lucha de clases que conduzca a la comunidad de los individuos libremente asociados, o sea al socialismo.


Referencias:

Denari, Luis Lorenzo (2025). Biografía de Marx. En https://cicpint.org/es/denari-l-2025-biografia-de-karl-marx-volumen-i-cicp/

Iñigo Carrera, Juan (2019). Del capital como sujeto de la vida social enajenada a la clase obrera como sujeto revolucionario. En https://cicpint.org/es/inigo-carrera-j-2019d-del-capital-como-sujeto-de-la-vida-social-enajenada-a-la-clase-obrera-como-sujeto-revolucionario-en-r-escorcia-romo-g-caligaris-eds-sujeto-capital-sujeto-re/ 

Marx, Karl. Grundrisse (1857). En https://www.fim.org.es/media/3/3187.pdf

sábado, 26 de abril de 2025

La enfermedad mental como síntoma de la relación social



La interrelación entre la psique y la enfermedad es compleja, pero no debemos confundir la enfermedad mental (depresión, ansiedad, esquizofrenia o trastorno bipolar, entre otras) con la discapacidad psíquica (discapacidad intelectual, down o  autismo), o la enfermedad neurodegenerativa (alzhéimer, parkinson o esclerosis múltiple, por señalar algunas).

A menudo, se habla de la enfermedad mental insistiendo en aspectos emocionales, psicológicos, o sea individuales; al punto que en las terapias, a veces, se plantea la personalización del tratamiento. Eso está bien. Estoy de acuerdo en acompañar, consolar así como dotar de herramientas a las víctimas o enfermos. Me parece una labor encomiable, pero insuficiente. Y no me refiero a la sempiterna insuficiencia de recursos que caracteriza a la salud mental.

Resumidamente: en España el gasto público en salud mental esta en torno al 0,6% del PIB (la media de la Unión Europea es 1,5-2,0% PIB). Podría pensarse que es suficiente, pero no es así: esto supone un 5-6% del gasto sanitario (la OMS recomienda el 10%); de hecho las familias han de hacer un gran esfuerzo asumiendo el 35-40% del gasto privado en salud mental (en la UE el 20-25%). Las consecuencias del modelo actual de salud mental: desigualdad económica (y territorial), sobrecarga de atención primaria, listas de espera (España de 3 a 6 meses frente a 1 mes en la UE), excesiva medicalización (España es el 2º país de la OCDE en consumo de ansiolíticos) o la escasa prevención, por mencionar algunas.

La insuficiencia a la que me refiero está en el enfoque. Insistimos tanto en lo individual, “puedes con todo”, “eres el dueño de tu vida” que dejamos de lado las condiciones sociales en que se desenvuelve este individuo. Es más, cada persona, aunque creadora de la sociedad que deja, es ante todo producto de las condiciones sociales que hereda y en que vive. Condiciones sociales que no elige, que se le imponen y le envuelven, y ante las cuales se pliega o se “vuelve” loco.

A veces, con el pretexto de la atención personalizada nos cuelan este individualismo absoluto y unilateral. Estoy de acuerdo con personalizar, pero sin abstraernos del carácter social. Con más rigor: bajo la forma de hacer su vida el individuo hace lo que la sociedad le encomienda, que es el contenido de su proceso vital (“eres clase obrera y te ganarás el pan con la venta de tu fuerza de trabajo”). Libre para hacer lo que quiera, la persona, es presa de sus relaciones sociales. En definitiva, planteo que a la hora de abordar la enfermedad mental, hay que tener presente su carácter social, donde -en mi opinión- está buena parte de la causa del problema (ojo, no toda, pero sí mucha).

Aclaro, que este dilema me vuelve a aparecer cuando me enfrento a otros fenómenos como el desempleo, la pobreza, incluso si se plantean como derechos constitucionales (empleo, vivienda, entre otros) o como derechos humanos. Afirmamos un derecho individual que socialmente no somos capaces de cumplir, o sea un derecho vacío. Es como dirigir todas las miradas, poner todo el peso social, al individuo (en este caso, enfermo o víctima); culparle, responsabilizarle de problemas que tienen un origen social, pero que adquieren forma concreta en las personas. La personalización está bien, pero ha de integrarse en una comprensión social de la enfermedad mental y no servir de excusa para el individualismo unilateral.

Por ejemplo, la persona que ha caído en la depresión (o sufre angustia, o ansiedad), porque perdió el empleo. Cuando acude a terapia personal, que es mucho mejor que empastillarla -dicho sea de paso- si se le aconseja que tiene que formarse, digerir mejor el golpe, o tomárselo con filosofía relativista (hay cosas más graves, etcétera); qué le estamos diciendo. En el fondo que está en esa situación (deprimida o ansiosa porque ha perdido el empleo) porque no estaba bien formado (o no sabía inglés, informática o tratar con las personas, su empresario por ejemplo). O peor aún -en mi opinión- , decirle que es de cristal, le faltan herramientas emocionales o no es resiliente. A lo mejor, habría que decirle que en España hay 3 millones de parados, que uno de cada 15 trabajadores va al paro. Es más, que el capitalismo, el modo en que las sociedades actuales organizan las vidas de las personas, requiere generar paro para funcionar adecuadamente. Así, que no se martirice en exceso porque, como miembro de la clase obrera, tenía todas las papeletas para que lo despidieran. También se le podría decir que, aunque no lo crea, al tocarle a él habrá evitado que le toque a otra persona que, en función de otras variables, podría habérselo tomado peor incluso llegar al suicidio (en los últimos años más de 4 mil personas, el 80% por enfermedad mental y el 10% por problemas laborales inmediatos; el 024 es una línea permanente de atención). De donde se puede inferir que ha salvado una vida, la de otra como ella, que no sabrá nunca si acaso sería alguien conocido y querido por ella misma. Y a más, por si el enfoque social general de su problema particular no le convenciera, debería planteársele que su situación aunque la viva como personal tiene un carácter social, no solo porque afecte a más personas (que también), como su familia. Sino, porque en su origen, parte de una relación social, en este caso es la compraventa de la fuerza de trabajo y que toma forma jurídica en el contrato laboral. 

Como se ve, la relación social sobre la que emerge la enfermedad mental no es abstracta; toma cuerpo en la vinculación con otros, aunque medien las cosas (fetichismo). La relación social general objetivada, el capital, en cuanto desarrollo de la mercancía (en el caso anterior la fuerza de trabajo), se concreta en el vínculo con otra persona. Pues a él lo despide otra persona (o entidad), o lo desahucia otra persona (o entidad). Lo mismo, los analistas, investigadores, terapeutas o hacedores de las políticas, debieran afrontar su tarea teniendo esto en cuenta. Lástima que hasta aquí no llegue el individualismo, éste solo queda para la víctima y no para el "verdugo". Si lo hicieran verían que detrás de la enfermedad mental está la relación social, o lo que es más justo, que aquella es una forma concreta de ésta. Que tras un enfermo mental hay un despedidor o desahuciador, por tanto un contrato laboral, una relación asalariada, una explotación laboral, un deseo de ganancia, etc. Lejos de este enfoque, ambos son considerados exitosos personajes.

Este 28 de abril, día mundial de la Salud Laboral, lo veo una oportunidad para solicitar un enfoque mas social de la Ley de Salud Mental, cuya tramitación parlamentaria está estancada desde el año 2021.

sábado, 19 de abril de 2025

Hoy es Palestina, mañana nosotros



No hay que ser una persona especialmente sensibilizada con el pueblo palestino, ni identificarse con su raza, religión, idioma, o cualquier otra peculiaridad, para sentir cierta indignación ante el genocidio del que está siendo objeto la población de Gaza.

Me pregunto por el sentido que tiene la mediatización de esta matanza. Es claro que hay un interés en que veamos esta masacre, por eso la televisan. 

Se me vienen a la cabeza diversas explicaciones: quieren inmunizarnos frente al dolor ajeno para reducir nuestra empatía e indignación ante el sufrimiento humano porque de lo que se trata es de que cada uno se ventile lo suyo. O más bien, se trata de inocularnos el miedo, mirad podríamos estar peor, así que contento con lo que tienes, por lo menos no te bombardean tu casa. Así el conformismo se acentúa. 

La población gazatí, desde el punto de vista del capital, es una población sobrante. Karl Marx nos dió varias claves para entender este genocidio palestino, y otros: pasados, presentes y futuros.

Muy gruesamente. El capital desarrolla las fuerzas productivas, cuya expresión es el aumento de la productividad. De esta forma una cantidad de personas quedan excluidas de la producción y van al desempleo. Así, la capacidad de producción, por tanto de venta, sobrepasa la capacidad de compra, estamos ante la crisis de sobreproducción.

Para aminorar sus efectos, se alimenta a esta población sobrante, aunque no trabajen. Esto significa que una parte del plusvalor ha de dedicarse al mantenimiento de estas personas (también de mayores, incapacitados, discapacitados, entre otros). El resto del plusvalor se destina a la acumulación de capital y al consumo de la clase capitalista (no trabajadora).

En cada ciclo de producción se vuelve a plantear el problema: aumento de productividad, menos empleo y más desocupados, crisis de sobreproducción. Entonces, más plusvalor para desocupados y menos para acumulación y consumo capitalista.

Si este proceso se repite, no hay que esperar mucho para que la clase capitalista se pregunte por el sentido de mantener a la población sobrante para el capital. Aun más, si en esta redistribución viesen amenazados no solo la parte de la acumulación sino su propio consumo.

De otra manera, el mantenimiento de la población obrera sobrante estaría en cuestión y ahora sólo se trataría de mostrar socialmente aceptable su aniquilación. Otro problema es: qué sentido tiene mantener una gran capacidad productiva inutilizada o infrautilizada; incluso podría alentar un levantamiento de los parias en la que ocupasen fábricas, campos o viviendas, con el fin de prolongar su vida. Así que lo mejor es liquidar los medios de producción también.

La historia del capitalismo nos ha dado sobradas muestras de cómo acabar con personas y cosas. Desde catástrofes más o menos naturales (erupciones, terremotos, huracanes, inundaciones) hasta otras con clara influencia humana (sequía, hambruna, epidemia, guerra). Solo algunos ejemplos: en pleno proceso de acumulación primitiva, la Peste Negra (siglo XIV), mató entre 50 y 200 millones de personas (aproximadamente el 30-60% de la población europea); la conquista de las Américas (siglos XV-XVII) causó entre 10 y 50 millones de muertes entre las poblaciones indígenas (diezmando hasta el 90% de algunas comunidades); la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) provocó entre 70 y 85 millones de muertes; entre 1950 y 2000, las diversas guerras han acabado con la vida unos 25 millones de personas; la pandemia de VIH/SIDA (1981-presente) ha causado más de 40 millones de muertes hasta 2024, con un impacto devastador especialmente en África subsahariana; la Covid de 2020 provocó unos 7 millones de muertes (datos oficiales) y hasta 25 millones atendiendo al exceso de mortalidad.

Pero, qué reacción cabría esperar de la sociedad ante estos hechos; pudiera ser que fueran aprovechados para establecer un orden social distinto.

Por eso, quizás, nos televisen el genocidio palestino u otros; para mostrarnos que todo sigue igual, que seremos menos, pero perteneceremos - o no- a los afortunados que seguirán vendiendo la fuerza de trabajo para adquirir los medios de vida que nosotros mismos producimos, con el fin de enriquecer a los propietarios de los medios de producción que nos contratan. O sea, preparar a la humanidad con el fin de presentar como natural que la gente muera para que el capital siga viviendo.

lunes, 14 de abril de 2025

La II República, la lucha de clases y el capital


Ahora que -de vez en cuando- emerge la consigna de que a la tercera va la vencida, proponemos acercarnos comprensivamente al surgimiento de la II República, con el propósito de aprender del pasado para actuar en el presente mirando al futuro.

Con sus limitaciones, la II República es una forma política concreta en la que destacan los derechos y libertades más avanzados del capitalismo (autonomismo, feminismo, laicismo, obrerismo). Cuando alguien se pregunta por las condiciones que la hicieron posible, o sea por su determinación histórica, resulta irremediable referirse a: lucha (bloques políticos republicano contra monárquico que condensa la reacción capitalista), entre clases explotadoras y explotadas, entre fracciones de la burguesía (nacionalistas), entre otras; luchas, que incluye el envoltorio ideológico de estas disputas políticas y que tienen su origen inmediato en las desigualdades económicas y en la competencia capitalista, pero cuyas bases están presupuestas en el específico desarrollo del modo de producción capitalista en la sociedad española (clases sociales). Capitalismo que, por otra parte, juega un papel determinado en la acumulación mundial de capital y en la materialidad del proceso capitalista de producción sobre el que se erige esta acumulación. Hemos de partir, por tanto, de aquí.

La gran empresa (capital monopolista), producto de la concentración y la centralización del capital (fusiones, absorciones, trusts, cárteles, …) en muchas ocasiones apoyado en los bancos (capital financiero), será la portadora del tremendo avance en la producción de la plusvalía relativa. Las formas concretas serán los cambios en el proceso capitalista de producción (maquinismo, taylorismo, fordismo) y destacarán a USA y, en menor medida, a los países del capitalismo clásico (Reino Unido, Alemania, Francia), como las potencias industriales. En esta nueva división internacional del trabajo corresponderá a otra serie de países servir de proveedores de materias primas a los primeros, serán las colonias (Sudamérica, África, Asia). España no tiene las condiciones de una potencia industrial (mercado, capital financiero, tecnología, entre otras) ni tiene los recursos que los nuevos procesos productivos requieren, pero tiene algunas colonias.

Efectivamente, la España de los años treinta del siglo pasado es heredera del declive del gran imperio colonial español, aquel del que un rey declaró que no se ponía el sol. La geopolítica mundial está cambiando: la acumulación del capital toma la forma de enfrentamientos agudos entre naciones (imperialismo) que está dando paso a un cambiante reparto del mundo entre las principales potencias. La I Guerra mundial es buena expresión de ello. A España le ha tocado ceder (no es una casualidad). 

En 1898 se perdieron las últimas colonias americanas y asiáticas a manos del “amigo” estadounidense (Cuba, Puerto Rico, Filipinas, Guam), las últimas de Oceanía serán vendidas a Alemania en 1899 y el reducto africano será un gran quebradero de cabeza con la Guerra del Rif (1921-1927), pero que viene de atrás. Todo ello pone de relieve la decadencia del imperio español y la consolidación de España como potencia de segundo orden. 

El carácter subsidiario de España en las relaciones internacionales tendrá su correlato en la economía española, es lo que podríamos denominar la debilidad crónica del capital español. En general, sin embargo, el período se caracteriza por un lento crecimiento del económico con fuerte presencia de atraso, tanto en el agro (50% de la población activa) como de la incipiente industrialización marcada por el reducido tamaño y el atraso tecnológico, que conducen a la baja productividad. Geográficamente, la estructura de la propiedad de la tierra nos sitúa a dos españas, la del norte donde es mayoritaria la pequeña propiedad y la del sur (Andalucía y Extremadura) donde predomina la gran propiedad (latifundio). Por su parte, la industria, se concentraba en Cataluña (textil), País Vasco (siderurgia), Asturias (minería) y Madrid. Las zonas urbanas son centros comerciales y administrativos, además de incorporar la pequeña producción artesanal y la manufactura, todo bastante enfocado al consumo interior. Esto solo le permitirá competir en el mercado mundial en una serie de productos (cítricos, aceite, vino, minería e hierro), mientras habrá de adoptar políticas proteccionistas para defender la producción interior (cereales, textil). Conviene anotar que, además, la economía española está conectada con el exterior por la presencia del capital extranjero (minería, ferrocarriles, comunicaciones, entre otros) y del movimiento migratorio de la fuerza de trabajo.

Por esta debilidad crónica del capital española, la coyuntura económica será adversa. Sin embargo, en momentos excepcionales como la mencionada IGM (gracias a la neutralidad) así como la dictadura de Primo de Rivera (intervención estatal, escasa repercusión del crack de 1929) le proporcionará unos años de rápido crecimiento basado en un mayor aperturismo. Estas coyunturas darán alas al desarrollo y organización de la clase obrera, que luego emplearán en los momentos de crisis económicas, es el caso de la II República española.

Este lento desarrollo capitalista imprime características específicas a la estructura de clases de la sociedad española, particularmente a las dos llamadas a ser mayoritarias, la burguesía y la asalariada. De modo que éstas se irán desarrollando a la par que el propio modo capitalista de producción, acelerándose cuando éste aumenta su crecimiento. También será responsable de la fuerte presencia de las formas precapitalistas (instituciones, ideologías, sectores de la población); bien feudales (monarquía, aristocracia, militares, eclesiásticos y terratenientes), bien mercantiles (campesino, artesanos y tenderos). Así, se originará una compleja estructura de clases sociales resultado de esta peculiar forma del desarrollo español del modo capitalista de producción.

Las condiciones de vida y de trabajo de la población muy vinculadas a la estructura social (clases sociales) así como a la coyuntura económica, se caracteriza en todo este período por la desigualdad extrema. A grandes rasgos (con cifras de 1930), la compleja y piramidal estructura social del capitalismo español nos muestra: los peor situados son los jornaleros y campesinos pobres que con jornadas diarias de 16 horas apenas ganan para sostener a sus familias (menos de 1.500 pesetas anuales), más del 80 por ciento son analfabetos y su esperanza de vida no llega a 30 años. Le siguen los obreros industriales: 12 a 14 horas diarias de trabajo por un salario anual de hasta 3.000 pesetas y viven hasta los 35 años de promedio. En el otro extremo está la burguesía terrateniente (en buena parte aristocrática), industrial, comercial y financiera con un ingreso anual de 150.000 pesetas y una esperanza de vida de 65 años. Entre medias están la burguesía profesional a la que se suman élites eclesiásticas y militares, con ingresos en torno a los 30.000; la pequeña burguesía (artesanos, tenderos, campesinos) entre 2 y 6 mil pesetas; los funcionarios y empleados (5 mil) y, por ejemplo, un maestro en torno a 4 mil pesetas anuales.

La polarización económica, que tiene su base en la división en clases perfilada por la coyuntura económica, se expresará en la polarización de la lucha de clases. 

Así, la forma política resultante de este enfrentamiento, en un primer período caracterizado por la crisis de la monarquía, será conocido como el turnismo gubernamental entre conservadores y liberales sucediéndose alternativamente 17 jefes de gobierno durante el mandato de Alfonso XIII (1886-1931). 

El bulo de La Mano Negra" en los años ochenta del siglo XIX sirvió para descabezar las revueltas campesinas y jornaleras en Andalucía, consiguiendo ejecutar una decena de militantes y detener a más de 300, desarticulando así a la Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE), sucesora de la FRE-AIT (1870), en 1883. Más tarde, en 1886, la Huelga General en Madrid y Vizcaya, a raiz de las protestas minero-metalúrgicas, que tuvo como resultado varias decenas de muertos y cientos de detenidos. En 1888 se creará la Unión General de Trabajadores (UGT), pero antes (1879) se había creado el Partido Socialista Obrero Español (PSOE). La Semana Trágica de Barcelona (1909), a raíz de la movilización contra la guerra de Marruecos, donde mueren más de cien personas y es fuertemente reprimida con 2.000 detenidos y la ejecución del anarquista Ferrer i Guardia. En 1910 se funda la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) de ideología anarcosindicalista. La Huelga general de 1917 convocada UGT-CNT en el ámbito nacional; con un saldo de 70 muertos y 2.000 encarcelados. También, en 1917, la revolución bolchevique rusa. la En el período del Trienio Bolchevique (1918-1921) se suceden numerosas ocupaciones de tierras y levantamientos jornalero-campesinos en Andalucía y Extremadura, que fueron reprimidos con 300 muertos y miles de detenidos. En 1921, como escisión bolchevique del PSOE, se funda el Partido Comunista de España (PCE). Por esa fecha, en el marco de la eterna guerra de Marruecos, se produce el desastre de Annual. En Cataluña se desarrolla la etapa del Pistolerismo (1919-1923) con más de 200 sindicalistas y patronos muertos, numerosas ejecuciones extrajudiciales destacando la de Salvador Seguí (1923), líder de la CNT.

Con el auge del movimiento obrero y autonomista, así como del modernista, la lucha de clases se expresará como el enfrentamiento entre las formas reaccionarias (monárquicos) y avanzadas (republicanos) y sus respectivos bloques políticos. Ante el deterioro político, que suma el descontento por el desastre de Annual (1921), las clases dominantes solo ven la salida en la recurrente solución militar. 

Efectivamente, en 1923, el general Primo de Rivera dará un golpe de estado y establecerá una dictadura (1923-1930) apoyada por las clases dominantes encabezadas por la monarquía. La lucha de clases no cesará incluso se alimentará de las aspiraciones nacionalistas de algunas burguesías regionales, como la catalana. El número de encarcelaciones por estos motivos sobrepasará los 10 mil, así como habrá cientos de dirigentes obreros exiliados. En 1927 se crea la Federación Anarquista Ibérica (FAI), que defiende el anarquismo puro frente al avance sindicalista de la CNT. El deterioro político, que añade el descontento de los fracasos militares en África (aquí los africanistas no fueron tan efectivos), profundiza la deslegitimación de la monarquía sumiendo en el desconcierto a las clases dominantes. 

Las fuerzas políticas republicanas, en 1930, firmarían el Pacto de San Sebastián donde acuerdan sublevarse; en diciembre se produce la Sublevación de Jaca y tras su fracaso el gobierno fusila a los capitanes Galán y García, la huelga general no se producirá. No obstante, el gobierno convocará elecciones municipales. Éstas, el 12 de abril de 1931, dan la victoria a la coalición republicana en las principales capitales de provincia y, el 14 de abril, Alfonso XIII abandona España horas después de que el comité republicano proclame la República Española.

Ésta se nos ha revelado como la forma política, resultante del enfrentamiento de dos bloques políticos, republicanos (con carácter interclasista) y monárquicos, en torno a la modernización y el avance social (derechos y libertades) de la sociedad española; lucha de clases que se agudiza tanto por el agotamiento de soluciones para las clases dominantes (crisis de legitimidad), como por la favorable coyuntura económica que permitirá la reorganización de las clases dominadas; lucha de clases, no obstante, que se asienta en la complejidad social de España caracterizada por la incorporación e influencia de las formas precapitalistas a la división social propia del modo capitalista de producción, burguesía y proletariado; peculiar complejidad social originada por el lento desarrollo del capitalismo español, que tiene su base en el secundario papel que desempeña este capital (puesto de manifiesto en la pérdida de las colonias) en la acumulación mundial (capitalismo monopolista) donde predomina el enfrentamiento (reparto del mundo entre potencias, I GM) y la crisis de sobreproducción (crack bursátil del 1929); acumulación que está siendo sacudida por la nueva división internacional del trabajo (potencias y colonias) que es el resultado del descomunal desarrollo de las fuerzas productivas que significa la segunda revolución industrial (maquinismo, taylorismo, fordismo) aplicada a la producción del plusvalor.

Sé que no es una respuesta simple, pero es lo que tiene profundizar en la búsqueda de la necesidad de existir que tienen las formas concretas, o sea cuando no te detienes en la apariencia inmediata de la forma histórica precedente. Porque ésta también tiene su propia necesidad de existir. Eso es lo que significa, para mi, comprender.

martes, 8 de abril de 2025

El 47, la lucha vecinal y Marx



La difusión de El 47 (un hombre, un autobús, el destino de un barrio)1 ha dado lugar a debates interesantes. La película muestra a un obrero -Manolo Vital- que, a través de un acto heroico, desencadena la acción vecinal logrando mejorar las condiciones de vida de los pobladores de un suburbio, donde se concentraba parte de los trabajadores de las fábricas barcelonesas.

Unos destacan el carácter individual, otros el interclasismo, también se la presenta como algo apolítico, alguno añora los buenos momentos y queda perplejo ante la pasividad actual, buscando la causa en una abstracta conciencia perdida.

La lectura del emocionante artículo de mi compañero de debate Antonio Navas2 me ha despertado pensamientos de la niñez. Me retrotraje a los años setenta del siglo pasado, en un barrio obrero de la periferia de Sevilla, Torreblanca. Yo acompañaba a mi madre, junto a los vecinos -la mayoría mujeres- por la mañana e intentábamos cortar el tráfico de la carretera Sevilla-Málaga. Allí los picoletos, metralleta en mano, contenían a la muchedumbre. Vi como pegaban a uno de los manifestantes, un obrero en paro, que destacaba por su estatura. No recuerdo el motivo de la protesta, pero las condiciones del colegio, la falta de centro médico, la situación de las calles, su limpieza, iluminación y salubridad, el acerado, bancos para sentarse o papeleras, en fin cualquiera de estas cosas.


El aspecto colectivo de la protesta comunitaria, aun cuando aparece precedida por un acto individual (como en El 47), es claro. La ideología dominante se empeña en ocultarlo y en destacar los aspectos individuales (héroe, líder) del proceso. Pero, el acto individual está en un ámbito colectivo, se hace con medios colectivos, está precedido de conversaciones y debates colectivos, y tiene una finalidad colectiva. Sin ánimo de desdeñar el papel del individuo, éste está subsumido en el colectivo.


Quizás no esté tan claro otro aspecto de la protesta vecinal, su carácter de clase. Cualquier condición colectiva de vida (infraestructuras, suministros, servicios públicos, entre otros) nos remite a la reproducción de la fuerza de trabajo (capacidad de trabajar) y a la clase obrera (la vendedora de fuerza de trabajo). Así, por composición social de los afectados, por la puesta en acción de medios y recursos que son de toda la sociedad, por afectar a la distribución del producto social y a la propia producción social, la acción vecinal es una modalidad de la lucha de clases sociales. Este es otro aspecto que la ideología dominante tiende a soslayar, porque prefiere ocultar que la población está dividida en clases sociales, cuyo fundamento es la propiedad -o no- de los medios de producción, con intereses encontrados.


Aunque menos aparente que la lucha fabril o laboral, donde el objeto son las condiciones laborales y el enemigo un capitalista particular (en el caso de una empresa3), la lucha vecinal tiene por objeto las condiciones colectivas de vida; el contrincante es el representante político del capital total del ámbito administrativo que se trate, o sea las administraciones públicas (local, provincial, regional, etc). Nótese que el ente administrativo juega un papel mediador, de representante, no ya de un capitalista en particular ni si quiera de un conjunto, sino de la totalidad, lo que está en juego es la relación social general, el capital. La lucha vecinal es una lucha de clases, pero por la implicación de las administraciones públicas adopta una forma política. De nuevo, la ideología dominante intenta desviarnos de la política (son todos iguales, etcétera) aunque nos dé con ella en la cara continuamente.


Un último aspecto en el que me quiero detener, en un asunto que da para mucho como la protesta barrial, es señalar algo que tiene que ver con su éxito o su fracaso. Lo sintetizo: la lucha vecinal está envuelta en el desarrollo urbanístico y éste es un producto de la acumulación de capital en el lugar de que se trate. Ciertamente en sus expresiones concretas aparecen más determinaciones, pero a mi entender este es el hilo de Ariadna. Dos expresiones de este planteamiento.


La primera es referida al auge y éxito de las luchas vecinales en los sesenta y setenta, lo cual también se puede decir de las luchas sindicales, habría que verlos en el marco de la acumulación de capital y en el tipo de fuerza de trabajo (homogeneidad) que reclaman los procesos productivos que son la punta de lanza en el desarrollo de las fuerzas productivas; por la misma razón, a partir de los ochenta, con el cambio en la fuerza de trabajo (heterogeneidad, diversidad), las condiciones colectivas de la reproducción del obrero-masa, desplazado hacia el este asiático, ha dejado de ser un elemento necesario de la reproducción del capital en las economías occidentales y en España.


La segunda tiene que ver con lo anterior. La acumulación de capital tiene como uno de sus resultados la creación de un ejército industrial de reserva, en palabras de Karl Marx. Parte del cual, se va consolidando como población obrera sobrante para el capital. Éste no tiene interés en estas personas ni en su reproducción. Algunas guerras tienen que ver con esto (Palestina, matanzas en África), también el fenómeno migratorio; en los países donde el desarrollo capitalista toma la forma política de la relación de ciudadanía, la cosa pasa por la caridad pública y la marginación en suburbios periféricos prácticamente abandonados a la mano de Dios. En determinadas ocasiones, la lucha comunitaria es una lucha por la supervivencia humana contra el capital total de la sociedad.


Esto es lo que nos muestra Marx, en su Crítica de la Economía Política, particularmente El Capital, donde investiga las determinaciones generales de la clase obrera en cuanto sujeto histórico portador de la superación del capitalismo.


Allí, a través del despliegue dialéctico: primero, procediendo analíticamente preguntándose por la necesidad de la forma concreta (pobreza y desempleo, acumulación de capital, reproducción de capital, plusvalor, capital, dinero, mercancía); y luego, reproduciendo sintéticamente la determinación de esta forma por el contenido descubierto anteriormente.


La lucha vecinal de “El 47”, una lucha individual, colectiva, de clases, específicamente obrera, y política, nos interpela con imágenes de ayer sobre nuestro presente.


Tras el acto de Vital, no solo se encierra una acción colectiva de un barrio como Torre Baró, lo cual queda subsumido en una lucha de clases por la reproducción de la fuerza de trabajo que, bajo una forma política (ayuntamiento de Barcelona), tiene que ver con la acumulación de capital (barcelonés, catalán, español). De esta acumulación de capital desembocamos en la reproducción del capital, en el plusvalor, en el mercado laboral (salario), en el capital, en el dinero, en la mercancía, en el trabajo y así, remontándonos hacia formas concretas más simples, llegamos a la vida humana. Porque al final, todo esto que puede parecer como que queda lejos, nos habla de la vida de la sociedad y la de sus individuos; de la nuestra, de la actual. Nos cuenta cómo resolvemos el problema de organizar la reproducción del proceso social de vida humana.


Desde las luchas de las mareas (sanidad, educación o pensiones) hasta la de los Barrios Hartos o la plataforma Salvemos el cortijo del Cuarto; desde los Lunes al Sol de la Plaza Nueva hasta los activistas políticos, pasando por los sindicatos; las protestas por la vivienda o la pelea contra la gentrificación; las denuncias del genocidio palestino o las manifestaciones por la paz. Cualquier lucha, en la que estén en juego las condiciones de vida de las personas en la sociedad actual, forma parte de esa manera en que el ser humano en sociedad se apropia la naturaleza para reproducirse.


Es la forma en que leo a Marx, enfrentándomelo a las formas concretas actuales de manera crítica: como una guía, que me orienta, en la búsqueda de respuestas a las preguntas, que abren paso a la comprensión de lo que veo a mi alrededor, condición necesaria de la intervención consciente sobre la realidad, o sea de su transformación.


1En FilmAffinitity, https://www.filmaffinity.com/es/film651337.html

2Una nota sobre el 47 de Antonio Navas en https://www.elviejotopo.com/topoexpress/coged-el-autobus/

3Pueden verse muchas en la reciente obra de Encarna Ruiz, Movimiento obrero en Andalucia. https://criticonomia.blogspot.com/2025/03/a-proposito-de-la-historia-del.html

jueves, 3 de abril de 2025

Trump, el capital USA y la geopolítica mundial

 

Mirar a Trump y sus propuestas invita a un diagnóstico que no supera la apariencia. De este modo, se nos presenta, unas veces como un infatigable pacifista (guerra de Ucrania) mientras que otras es el colaborador de un genocidio (Palestina). También pretender hacer grande América a costa de fastidiar a sus vecinos (Groenlandia, Canadá, México o Panamá); traiciona a sus aliados tradicionales (Unión Europea); emprende una cruzada contra el estado profundo, o se muestra bravucón y malote (muro, cúpula dorada). Todas son expresiones de su naturaleza ambigua y confusa. 


Pero, Donald Trump, su política, el equipo que la diseña y que la lleva a cabo, los intereses que defienden y las personas que se sienten representadas por todo ello, en definitiva el trumpismo, no son una casualidad histórica. Tampoco creemos que haya un designio sobrenatural al respecto (muchos piensan que Dios perdonó la vida a Trump para hacer algo importante). A riesgo de parecer deterministas, nuestra propuesta consiste en comprender este fenómeno en su vinculación con la sociedad en la que se desenvuelve y de la que forma parte.


Donald estudió economía en el marco de una familia de capitalistas del negocio de las inmobiliarias y la construcción. Además, de gestionar ese capital, participó durante varios años en un programa televisivo. A pesar de su religiosidad, su carrera empresarial y su vida privada han estado salpicadas por el escándalo, al punto de ser el único presidente condenado por un tribunal de justicia. Forbes lo sitúa en el club de los milmillonarios desde hace más de diez años. Pertenece a esta casta de capitalistas metidos a políticos (Berlusconi, Bolsonaro, Macri, Piñera, Novoa, Fox o Sunak) a la que poco se reprocha el conflicto de intereses.


Con esta biografía resulta difícil no situarlo como un producto del capital norteamericano. Pero, más allá de que él personifica una porción de este capital, sus principales colaboradores son capitalistas o ideólogos del capitalismo, también sus promotores.


El apoyo más visible está formado por la élite empresarial tecnológica del Silicom Valley (Musk, Vance, Zuckerberg, Bezos, Altman, entre otros); también las de la industria petrolífera, el armamento, la automoción, el sionismo, o el agro, entre otros. En su ideario, relacionado con el ultraconservador Proyecto 2025 (encabezado por la Heritage Foundation, lobby negacionista del cambio climático que financian las petrolíferas) y el movimiento neorreaccionario (Nrx, de intelectuales críticos con la Ilustración) de ahí su reclamo del antidemocratismo, la supremacía blanca, la aristrocracia, etcétera; la última de esta Ilustración oscura es acabar con la constitución americana proponiendo la dictadura de Trump. Una mezcla de capitalismo imperialista, tecnologismo y ultrarreaccionarismo. Tras el ataque al regulacionismo globalista que pone en el centro al sector público emerge el autoritarismo tecnorreaccionario. Pero, el apoyo de la clase capitalista no es unánime. Su enfrentamiento con el estado profundo revela la lucha dentro de la propia clase capitalista, en la que se mezclan aspectos tecnológicos, económicos e ideológicos. La misión del Departamento de Eficiencia Gubernamental, DOGE, que dirige Musk, es limpiar el aparato de estado, no eliminarlo. Otro de los aspectos que expresan esta lucha intercapitalista es la propuesta de la aplicación de la inteligencia artificial a la gestión de las actividades económicas (públicas y privadas) y la sustitución de la regulación estatal por las reglas algorítmicas adecuadamente programadas -eso sí- por ellos. Igualmente tiene detractores en el mundo de las finanzas (Soros, JP Morgan, Reserva Federal). 


Además, la victoria electoral de Trump, no puede explicarse sin la colaboración de una buena parte de las clases trabajadoras (asalariados y autónomos) ascendentes, que tienen patrimonio y sueldos elevados, que esperan de Trump la bajada de los impuestos. A las que se suman una parte de las clases trabajadoras descendentes, cuyo nivel de vida se ha venido deteriorando (salarios reales estancados, empleos precarios), y que confían en ser incluidas en el MAGA (menor emigración, expulsión de emigrantes ilegales, relocalización de fábricas, mantener a raya a las minorías). Para ello ha sido necesario el despliegue mediático, TV y redes sociales, que acompaña a Trump, más allá de que la propia subjetividad (hombre de negocios, charlatán) lo conviertan en buen encantador de serpientes que vende el viejo crecepelos del sueño americano.


En cualquier caso, Trump es el portavoz del representante político del capital total de la sociedad estadounidense. Esto no es óbice para que si este capital total encontrase una limitación en este personaje, mañana surgirían las condiciones para dejarle a un lado.


Y es que el capital estadounidense no está solo en el mundo. La acumulación mundial, sobre la que se erige la geopolítica internacional y sus bloques, reúne y entrelaza a los distintos capitales nacionales mediante las cadenas globales de valor. 


Los cambios en los procesos de trabajo (robotización, digitalización, automatización, entre otros) van determinando una nueva división internacional del trabajo que es la base de esta acumulación de capital donde el capital americano va quedando rezagado en el desarrollo de las fuerzas productivas del trabajo, por tanto en su competitividad, reduciendo así su apropiación del plusvalor mundial y su capacidad para acumular.


Así, por fuerte que sea, está relacionado, bajo formas colaborativas y competitivas, diplomáticas o rudas, etc. Esta compleja red global de cadenas de valor en que consiste la acumulación mundial de capital, aparece como competencia en torno a: fondos monetarios, suministros de medios de producción (materias primas, auxiliares, productos semielaborados o maquinarias), movimientos de la mano de obra (tanto por repulsión como por atracción), mercados donde se venden los productos, productos que muchas veces son medios de producción de otros procesos de otros capitales de otros países, las vías de comunicación y transportes por las que transitan. Incluso la situación y localización de un país, por su importancia en el tráfico de las mercancías o para la defensa y garantía de la seguridad de todo lo anterior, pueden convertir a países en colaboradores o competidores, en aliados o enemigos.


Entre los capitales emergentes, y sus diversas combinaciones, bloques o grupos, unas veces temporales y otras más duraderos, el capital chino destaca en su expansión, señalándose como el principal rival del hegemón yankee. Pero, no es el único, de ahí el multipolarismo del orden capitalista que parece vislumbrarse, destacando además Rusia (potencia militar), el resto de BRICS+ (Brasil, India, Sudáfrica, entre otros) así como la Unión Europea, la OTAN, el G-7, etc.


Aunque el enemigo principal es China, su debilitamiento puede pasar por atacar a sus aliados y socios (Irán, Sudáfrica), y por fortalecer a sus competidores; también vale el acercamiento amistoso a los colaboradores de China para que reduzcan esta colaboración (Rusia, India). En realidad, cualquier país puede ofrecer interés para el capital americano y, por tanto, ser objeto de su imperialismo agresivo, de ahí la guerra comercial contra todos. Forzando a los distintos países o bloques a establecer relaciones de uno a uno donde hacer valer su fuerza con el propósito de extraerles el máximo valor (recursos naturales, privilegios de paso por lugares estratégicos, mercados garantizados, etcétera). Las posibilidades de esta línea de acción descansa en el chantaje y la fuerza.


Desde el punto de vista de la competencia con China y el estrechamiento de la brecha abierta en los últimos veinte años, el capital norteamericano requiere que el gobierno de USA potencie un intenso crecimiento y elevada rentabilidad. America first! Para lo cual necesita apropiarse de más, mucho, valor. Lo que puede hacer con dos vías.


En primer lugar, procurar la afluencia de valor desde el exterior, bien exportando más que importando (aranceles, guerras comerciales), bien sustrayendo recursos del exterior (acuerdos como el de las tierras raras o infraestructuras energéticas de Ucrania, o convertir Gaza en un gran resort hotelero). Las exportaciones exigen, en última instancia, mejorar los precios previo avance en la productividad. De modo que el recurso más inmediato que le queda al capital americano, para extraer valor del resto del mundo, es acentuar el carácter depredatorio de su actividad económica (monetizando inversiones caso de la guerra de Ucrania, amenazas de ocupación como Panamá, anexionando áreas como Groenlandia, bombardeando como en Yemen, entre otras posibles).


No obstante, la principal fuente para reducir la brecha con China sigue siendo el crecimiento endógeno del capital americano, lo cual está precedido de una fuerte inversión que haga multiplicar la producción y la productividad. Pero, esto supondría tensionar la sociedad estadounidense. Primero, el aumento de la productividad exige cambiar el aparato productivo así como el recurso a intensificar la explotación de la propia fuerza de trabajo (alargar jornadas, aumentar intensidad, o reducir salarios). Luego, el incremento en la formación bruta de capital restaría la expansión del gasto interno (público y privado) con lo que se resentirían el bienestar de la mayor parte de la población (consumo y servicios públicos). 


En ambos casos, menos gasto interior y más explotación laboral, contribuirán a poner en peligro la promesa trumpista de frenar el deterioro del nivel de vida del americano medio, o sea el MAGA de la clase obrera. Que si, además, Trump acompaña de su genuina política de dividirla enfrentando a mujeres y hombres, nacionales y extranjeros, blancos y negros, entre otras, las condiciones para una protesta social estarán servidas.


Ante el posible avance de esta contestación, el trumpismo recrudecerá la represión interna. De hecho ya ha empezado, como muestran las deportaciones de residentes legales por motivos políticos (caso del estudiante Khalil por liderar las protestas en favor de Gaza) o el intento de silenciar y socavar la autonomía universitaria mediante los recortes presupuestarios. La represión interna es la otra cara de la agresividad externa del imperialismo norteamericano en declive. 


Las actuales condiciones de la acumulación, es decir los cambios en la materialidad de los procesos productivos y la nueva división internacional del trabajo que de ellos se derivan, están dando pié a una competencia entre capitales en la que la hegemonía americana aparece cuestionada. La respuesta del representante político del capital total estadounidense adopta la forma de políticas depredadoras cada vez más agresivas para acelerar el crecimiento de este capital mediante la apropiación de más valor. Tanto en el exterior, donde se imponen pérdidas patrimoniales al resto de países sobre la base de imponer su mayor fuerza (económica y militar), como en el interior donde es sacrificado el bienestar de los sectores populares en pro de generar las condiciones de una masiva inversión. En ambos casos, dichas políticas, es probable que vengan acompañadas de importantes resistencias bajo la forma de competencia entre capitales, guerras entre países y luchas entre clases sociales, para lo que será necesario implementar mecanismos de dominio y represión, abriéndose así un período convulso de agudización de tensiones de resultado incierto. Cuando las fuerzas políticas tradicionales defensoras del capital han agotado su capacidad de expresar la expansión capitalista, la ultraderecha es el último muro de contención. Ese es el significado del trumpismo y eso es lo que personifica Trump, el líder de la ultrarreacción mundial. 


Ahora, los partidarios de ¡la humanidad primero! tienen algo que decir: cuestionar el capital como relación social que organiza la sociedad, desarrollar las fuerzas productivas del trabajo a través de la centralización, avanzar en la socialización de los medios de producción, planificar la economía norteamericana, defender la paz y los derechos sociales, unificar las luchas de los trabajadores, operar para que se extienda la conciencia que haga posible todo lo anterior, son algunas posibilidades de las clases trabajadoras americanas. Veremos