domingo, 6 de octubre de 2024

Apuntes sobre el método (IV)

El conocimiento consciente y la representación

En la última entrada nos detuvimos en el conocimiento consciente como resultado del desarrollo de las fuerzas productivas del trabajo a partir del conocimiento animal.

El conocimiento humano, a partir de ahí, habrá de enfrentarse al concreto sobre el que se propone operar, por tanto ha de enfrentarse a las potencias del sujeto respecto de las potencias del objeto que pretende transformar.

En la medida que se desarrolla la organización del metabolismo humano el conocimiento va adquiriendo complejidad, requiriendo ir más allá de la inmediatez y requiriendo poner en relación los distintos concretos a los que se enfrenta y a estos con la propia acción. Es el caso cuando hay que producir piedras para limar los metales cortantes de pieles que sirven para vestir, por ejemplo.

El sujeto humano se enfrenta al objeto sobre el que pretende actuar, en su inmediatez, tal y como se le presenta; como no lo puede explicar, se lo (al objeto) vuelve a presentar idealmente siguiendo una determinada necesidad constructiva; tras esta doble presentacion lo que se obtiene es una representación del concreto.

A lo largo de la historia, según la complejidad del metabolismo humano y el dominio de las fuerzas productivas del trabajo, se han venido sucediendo distintas formas de la representación: animismo, religión, arte, filosofía, o la propia ciencia.

Cada una de éstas se caracteriza por el tipo de necesidad constructiva, que sustituye a la necesidad real del concreto, en la elaboración del conocimiento.

Así, para operar sobre la naturaleza el sujeto humano ha de representarse las potencias del objeto, y las del sujeto, como emanadas del mundo animal (si matas al león te haces con su fuerza), de los antepasados (la fuerza te viene de ellos), o de los dioses, como en la religión. En este caso la conciencia religiosa va más allá de la inmediatez del proceso de reproducción de la vida humana representándose fenómenos más generales, e incluso universales trascendiendo al ser humano, a los que ha de subordinarse. Aparecen los grandes fenómenos naturales personificados, así el sol, la luna, el viento, el mar, adquieren rasgos humanos explicando los cambios naturales como la condición humana. El fundamento del conocimiento religioso es el convencimiento de que las cosas son tal como las cuentan, la fe.

En otras formas de conocimiento basado en la representación, que igualmente organizan la acción de los seres humanos, como la representación artística el fundamento, en su forma pura y no mezclada con otras representaciones, es la subjetividad individual tanto del artista como la del espectador; en el caso de la filosofía el fundamento es la abstracta subjetividad universal y la conciencia que le corresponde es la del individuo abstractamente libre por naturaleza.

Con el desarrollo de la sociedad, de las fuerzas productivas del trabajo, surge la necesidad plena de un conocimiento ya incipiente en las representaciones anteriores (por ejemplo, la geometría egipcia era patrimonio de los sacerdotes), conocer las fases del día, las estaciones del año, la periodicidad de los fenómenos naturales, aparece la necesidad de medir, etc.. En definitiva, surge un conocimiento objetivo o científico. Y con él las primeras formas de representación que aspiran a alcanzarlo, caso de la representación lógica que será el objeto de nuestra próxima entrada.

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