La representación lógico-formal
En esta entrada trataremos sobre la forma de conocimiento más extendida en el modo de producción capitalista, la representación lógica, particularmente la representación lógico-formal. Nos detendremos en qué consiste y cual ha sido su evolución.
El desarrollo del capital, la expansión y sofisticación de la producción basada en la maquinaria (automatización, robotización, digitalización, ….), o sea las formas concretas de la producción del plusvalor relativo, requieren el aumento de la productividad del trabajo y esto, a su vez, se consigue mediante la objetivación de las fuerzas de la naturaleza y de las habilidades humanas en la maquinaria. Esto presupone un cierto conocimiento objetivo y un exacto grado de cuantificación de estas fuerzas para producir los medios de producción y aplicarlos en la transformación de la materia.
Para ello, el conocimiento objetivo basado en la representación lógica formal (conocimiento lógico-formal), distinto al basado en la reproducción mental de lo concreto (dialéctica), es suficiente. Ni que decir tiene que el conocimiento lógico representa un gran avance respecto al conocimiento religioso o artístico en lo que respecta a la producción.
El conocimiento basado en la representación lógica formal niega el contenido, o sea la realidad es tal y como aparece (forma), no hay nada oculto (contenido). Por tanto, no reconoce el movimiento interno de lo concreto (la realidad) admitiendo sólo el movimiento causado por fuerzas exteriores al concreto.
Este planteamiento se fundamenta en tres principios: identidad (nada puede trascender de sí mismo y si lo hiciera sería ello mismo); no contradicción (nada puede ser y no ser al mismo tiempo); y el tercero excluido (no cabe otra posibilidad, o es o no es).
Sobre esta base se construyen diversos tipos de lógicas, la más extendida la lógica formal con la que se pretende fundamentar y crear el conocimiento lógico, en el que todos nos hemos educado (teoría de conjuntos, matemáticas convencionales, etc) y que constituyen los fundamentos de lo que actualmente denominamos ciencia.
Veamos sucintamente el proceso de conocimiento objetivo basado en la representación lógico-formal. El razonamiento lógico aplicado a los fenómenos naturales o sociales tiene dos fases: una de simplificación y otra de deducción.
El sujeto se enfrenta al objeto en su inmediatez (en su forma) pero, enseguida, se construye un concepto, que adopta la forma de una representación del objeto. Esto se hace mediante los supuestos simplificadores, es decir se establecen supuestos sobre la caracterización del objeto. Para ello, el conocimiento lógico acude a la repetición. De modo que aquellos atributos que se repitan con mayor frecuencia en el objeto permitirán elaborar un concepto o una teoría sobre el objeto. Esto es un proceso de simplificación en el que decimos que el objeto real al que nos enfrentábamos se reduce a una elaboración mental (concepto o relación de conceptos, teoría) donde se tienen en cuenta algunos atributos repetidos y se desechan otros que no se repiten.
El siguiente paso es el de incorporar progresivamente los casos o atributos desechados por no repetirse y comprobar que la teoría o el concepto se mantienen, o sea si la teoría da cuenta de los casos incorporados. Si, tras el levantamiento de los supuestos simplificadores, la teoría se sigue cumpliendo se considera la teoría válida, si no es así la teoría no es válida o al menos no es válida para los casos contemplados.
Una vez completado el conocimiento (concepto o teoría) se trata de ver si se ajusta a la realidad. Aquí es necesario tener indicadores cuantificables, tanto en la realidad como en la teoría para ver si la teoría da cuenta de lo que acontece en el mundo de los fenómenos.
Veamos el ejemplo de la teoría subjetiva del valor,
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