El capital arrebata el futuro y la juventud se moviliza. No se trata de un fenómeno natural, sino de una función social: las nuevas generaciones catalizan la protesta social. De Vietnam a Palestina, de la dictadura franquista a Nepal, la historia se repite con nuevas formas.”
Algunas de las protestas ciudadanas, en las sociedades capitalistas contemporáneas vuelven a poner en evidencia el protagonismo juvenil. Ojo! No solo en la izquierda, también en la derecha (movimiento MAGA, votantes de Milei, por no detenernos en España). La pregunta que nos asalta: qué potencias movilizadoras tiene la juventud en cuanto fracción de la clase obrera, y qué necesidad tiene la acumulación del capital de que dichas potencias se actualicen. Echemos un vistazo.
Efectivamente, desde las movilizaciones propalestinas, iniciadas por los universitarios estadounidenses duramente reprimidas, primero por Biden y luego por Trump, hasta las más recientes protestas contra el genocidio israelí en España; pasando por el movimiento antiglobalización (Seattle, Génova o Sevilla) continuadas por el pacifismo contra la Guerra de Irak (2003). Pasando por; las revoluciones de colores (Serbia en el 2000, Armenia en 2003, Ucrania en 2004); las primaveras árabes (Túnez, Egipto, Siria, en 2010); el movimiento de los indignados (15M en España, Ocupad Wall Street o las movilizaciones juveniles francesas, en 2011); el movimiento climático (Fridays for Future iniciado por Greta Thunberg en 2018 cuyas huelgas, campamentos y sentadas se extendieron mundialmente); la última ola feminista (Ni una menos de Argentina, el Mee Too estadounidense, huelgas mundiales del 8M, o la reacción a la sentencia del caso La Manada que desembocaría en la Ley del solo sí es sí, en España). Incluso la reciente movilización nepalí, el siglo XXI nos ha traído un resurgir del descontento juvenil.
Sabemos que no es un fenómeno nuevo: las protestas universitarias estadounidenses (guerra del Vietnam), el Mayo del 68 francés, la Primavera de Praga o el movimiento antifranquista en España, entre otros. Sin mucho detenimiento, hay algunas diferencias: la guerra fria, la perspectiva del socialismo, grandes organizaciones de masas, liderazgos verticales, lucha armada, medios de comunicación masivos (tv, radio).
El caso de Nepal
El Asia sudoriental viene siendo una zona con estallidos esporádicos de protagonismo juvenil: Bangladesh, 2018; Hong-Kong, 2019; Sri-Lanka, 2022.
Pero, la reciente movilización en Nepal (09/2025) resulta llamativa. El gobierno prohibió varias plataformas digitales (Facebook, WhatsApp, Instagram, YouTube, X, entre otras), el día 4. Larvadamente, durante pocos días, miles de personas, con fuerte presencia de la generación Z (jóvenes que nacieron con el móvil en la mano) se organizan a través de las redes sociales destacando Discord (muy vinculada a la comunidad gamers, videojuegos). El día 8, bajo la bandera de la libertad digital, se inician levantamientos ciudadanos: manifestaciones, ocupaciones de edificios, un ministro es arrojado desnudo a un rio, varias decenas de muertos, y el ministro de interior, tras imponer el toque de queda, dimite. Al día siguiente el gobierno rectifica, pero la agenda reivindicativa se ha ampliado (corrupción, desigualdad, falta de oportunidades) y las movilizaciones continúan contagiando a otros sectores de la sociedad (sindicatos estudiantiles, partidos incluso gubernamentales, sectores agrarios y trabajadores informales); el gobierno se descompone y el primer ministro dimite. El 11 de septiembre tras una reunión con los representantes se acuerda: nombrar primera ministra a la ex-jueza Karki, ya jubilada; disolver el parlamento, y convocar nuevas elecciones para marzo de 2026; además, reparación a las víctimas y un día de luto nacional.
En nuestra opinión, el planteamiento materialista que deriva de la Crítica de la Economía Política nos permite señalar algunas claves para iniciar la comprensión general de este fenómeno, más allá de las particularidades de cada caso.
Ciudadanía y lucha de clases
El avance de los derechos ciudadanos, empezando por los laborales, viene precedido, y no es casualidad, de la protesta social. La lucha de clases es irremediable dado el antagonismo de clases; siempre está latente. A pesar de lo cual no es facil saber en qué momento, lugar, acontecimiento o sector estallará. La causalidad adopta, como otras tantas veces, la forma de la casualidad.
Más allá del conflicto generacional, que bajo la expresión de la lucha de clases adopta otras connotaciones. La reivindicación juvenil por su desapego a lo particular y su planteamiento más general y altruista suele generar simpatías e involucrar a otros sectores de la sociedad. Se ha visto en las luchas propalestinas donde la paz, los derechos humanos o la defensa de la vida, tienen esa significación. Pero, también en Nepal (derechos digitales), en la lucha feminista, en los movimientos ambientalistas, en las protestas de los indignados (regeneración política) e incluso las primaveras árabes (democracia) o las revoluciones de colores (libertad).
Lucha de clases y juventud
Siendo inevitable la lucha y la protesta social, por qué la juventud es propensa a encender la chispa. Señalemos algunas, teniendo presente que el ser social determina a la conciencia social, no en modo mecánico sino dialéctico: tienen menos que perder (precariedad laboral, propiedades, responsabilidades familiares), perciban en mayor medida el daño y la injusticia (clima, guerra, igualdad, oportunidades), desconfíen más de las instituciones (y del mundo de los mayores) o estén más comunicados a través de las redes sociales adoptando una visión más global.
Las personas jóvenes son portadoras de las novedades sociales, son una especie de avanzadilla social que anticipan las contradicciones sociales (humanitarismo, digitalización, ecología, feminismo, democracia, libertad, vivienda) y globalizan las luchas locales. No solo en los contenidos, también en las formas (acampadas, disfraces, músicas, móviles, aplicaciones, redes).
Juventud y clase obrera
Aún con su novedad, la juventud, su mayor parte, no puede obviar que es una fracción de la clase obrera: bien porque venda su fuerza de trabajo (ocupada), bien porque no encuentre comprador (parada), bien porque se esté formando para vender su fuerza de trabajo en el futuro (estudiante). Por tanto, sus intereses son los de la clase obrera, y sus enemigos de clase son la burguesía (la clase capitalista y sus defensores), participando de su lucha, en su diversidad de formas (económica, política o ideológica).
Ahora bien, precisamente la edad temprana les lleva a mayor desempleo (falta experiencia), empleos más precarios (menores sueldos, mayor inestabilidad y peores tareas) o incluso a percibir más dramáticamente la falta de oportunidades en el caso de los estudiantes. Este último aspecto se evidencia aún más con la guerra, el cambio climático o el avance tecnológico de la Inteligencia Artificial, cuestiones nada ajenas al desarrollo capitalista.
Clase obrera y enajenación
La clase obrera está enajenada en su mercancía, la fuerza de trabajo. No tiene otra que personificarla si quiere venderla en el mercado de trabajo. Por ello, ha de formarse para dotar a su fuerza de trabajo de los mejores atributos; ha de reconstituirla a diario para presentarla en las mejores condiciones; y, ha de usarla de acuerdo a los fines que guían su contratación (someterse a la explotación). Todo ello so pena de no venderla, y perder su vinculo social, el dinero.
La juventud obrera, también es portadora de la fuerza de trabajo, y está enajenada en su mercancía. Por un lado, tiene la mejor formación (capacidades y habilidades técnicas), la que requiere los capitales técnicamente más avanzados, lo cual dota a la juventud de poder (los medios de comunicación destacan las movilizaciones juveniles). Por otro, la escasa experiencia laboral, a pesar de los esfuerzos escolares, la disciplina fabril y la subordinación jerárquica, están menos presentes en los jóvenes.
Enajenación y libertad
A pesar de estar enajenados en la fuerza de trabajo, nos creemos libres. (Todos, pero los jóvenes más). La libertad es la forma de la conciencia enajenada. Nos creemos libres porque podemos elegir a qué capitalista vender la fuerza de trabajo, pero estamos obligados a vendérsela a uno; nos creemos libres porque podemos elegir el tipo de fuerza de trabajo que nos formaremos, pero estamos obligados a especializarnos en una (no siempre la que más te gusta); nos creemos libres porque podemos pedir el salario que queramos, pero solo nos pagarán, con suerte, su valor de mercado; y así podríamos seguir. No es que sea falsa esta libertad, es simplemente la libertad capitalista. Lo importante es entender que esta libertad capitalista está fundamentada en la enajenación en el capital.
La juventud, por la próximidad del colchón familiar, por la ausencia de compromisos materiales, por la falta de propiedades, etc.. se vé aún más libre. Esto se refuerza al tener la perspectiva de salir de la disciplina familiar y escolar, y no tener tan presente la dictadura patronal. Todo esto contribuye a naturalizar en mayor medida la libertad, hasta verla como un absoluto e idealizarla.
Libertad y capital
El ejercicio de la lucha de clases, necesario para el desarrollo del capital, requiere un marco jurídico, político e ideológico en el que desenvolverse. Esto implica la existencia de leyes, mecanismos para crearlas y modificarlas, instituciones (negociación colectiva, huelga), organizaciones (políticas y sindicales), entre otros, etc. No es que sea una conquista arrancada al capital. Son una necesidad para el desarrollo pleno del capital. Un ejemplo es la libertad de compraventa de la fuerza de trabajo, que es una condición para que ésta se compre y se venda por su valor, que es requisito de la máxima plusvalía relativa (robotización, digitalización, inteligencia artificial).
Así, la libertad capitalista no es un otro ajeno al capital, es una forma necesaria suya. Cuando la juventud, u otro sector de la clase obrera, lucha por la libertad, o la democracia, o la igualdad, capitalistas, luchan, entre otras cosas, por formas capitalistas, que dotan al capital de más potencia para su expansión aparentemente ilimitada.
Capital mundial
La unidad mundial capitalista está, hoy por hoy, fraccionada en estados. Estados que son los representantes políticos de sus respectivos capitales. Éstos compiten y se alían en el mercado mundial de los productos, las materias primas y energéticas, las rutas y lugares estratégicos, etc. Competencias y alianzas que echan mano de todos los instrumentos posibles, y uno de ellos es la desestabilización política y social de los otros estados.
Este “juego” geopolítico siempre está presente, de manera evidente u oculta, en cualquier lucha social. Cuando se conoce se puede utilizar, y cuando no se conoce el utilizado es uno. Un caso, la presencia e influencia de los servicios de inteligencia occidentales y otanistas en las revoluciones de colores o en las primaveras árabes, por decir algunos suficientemente acreditadas, enarbolando las banderas de la democracia y la libertad.
Conclusión
El capital, la relación de compraventa de la fuerza de trabajo, organiza la humanidad (geopolítica y economía) como un sujeto automático. La acumulación de capital no solo supone el aumento del capital y las clases sociales, también supone la reproducción de las condiciones jurídicas (leyes), políticas (partidos, sindicatos y estado) e ideológicas (enajenación, libertad, teorías capitalistas) que la hacen posible. Marx añadirá a la libertad, la propiedad, la igualdad y la utilidad (el interés propio). Pero, dado el antagonismo de clases, la forma en que se reproducen no es mecánica sino la lucha de clases. El lugar que ocupa la juvenil fuerza de trabajo en la acumulación de capital en la era de la automatización, la digitalización y la inteligencia artificial, le imprimen a esta fracción de la clase obrera, una serie de potencias de cara a estos enfrentamientos.
La conciencia juvenil, absolutamente libre, va adquiriendo en su formación y en su ejercicio los atributos de la conciencia libremente enajenada; posteriormente, en su explotación y lucha, muta en la conciencia de clase; y, finalmente, si entiende que la explotación solo desaparecerá con la superación del capitalismo, se transformará en conciencia revolucionaria. Pero, este desarrollo de la conciencia no es ajeno a las condiciones materiales bajo las cuales las personas se relacionan en la reproducción de sus vidas. Lejos de encontrarnos ante un nuevo sujeto social, esta particular fracción de la población, la juventud, forma parte del sujeto histórico, la clase obrera. Ahí tiene un papel que cumplir, ser la chispa que incendie las viejas relaciones capitalistas dando paso a la organización consciente de la nueva sociedad, el comunismo.
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