La paradoja del adelanto
Las recientes elecciones autonómicas de Extremadura nos muestran un resultado paradójico. Convocadas, en perspectiva autonómica, por la derecha (PP) para destrabarse de Vox; y, en perspectiva nacional, para seguir presionando al gobierno y principalmente al presidente, el único que puede adelantar elecciones.
El resultado ha acentuado aun más la dependencia del PP hacia la ultraderecha, sin terminar de despejar el terreno para el adelanto electoral. La segmentación del voto de la derecha sólo tiene sentido si permite drenar votos a la izquierda. Y en ese sentido hay señales de agotamiento. De modo que no es descartable una situación en la que el monstruo sea innecesario y haya que emplearse en quitarlo de en medio. Entre tanto, las políticas de derecha seguirán maltratando a buena parte de la clase obrera.
Método y resultados
En lo que sigue, nos detendremos en los resultados electorales autonómicos (21 de diciembre, A25) comparándolos con los de las autonómicas de 2023 (28 de mayo de 2023, A23), incorporando los resultados de las últimas generales (23 de julio de 2023, G23). Así, vemos si los cambios que se destacan son coyunturales o estructurales.
Por otro lado, estamos más interesados en los votos que en los escaños, porque tratamos de ver el comportamiento electoral de las personas más que su traducción legislativa y las oportunidades de gobierno.
Los resultados electorales: ganó PP con 228 mil votos, segundo PSOE con 136 mil, tercero Vox con 89 mil y cuarto Unidas por Extremadura (UxE) con 54 mil. Ahora bien, cómo se ha producido esto. Veamos algunas claves de la aritmética electoral que hay detrás.
Censo, abstención y participación
Un censo electoral prácticamente estable (aumentó un 0,12%). Este fenómeno nos habla de estancamiento demográfico, flujos migratorios, pirámide demográfica invertida (agudización de contradicciones intergeneracionales), España vaciada, entre otras.
La abstención se sitúa en 352 mil (37% del censo) subiendo 88 mil respecto a A23 o 99 mil en relación a G23. Este abstencionismo reúne diversos componentes. Además de las estructurales relacionadas con la protesta y la desafección ante el sistema electoral, a veces auspiciada desde la propia clase dominante (discurso de la antipolítica recreado en medios de comunicación), o exclusión práctica (falta de recursos, excesivo coste o ausencia de movilización). En estas elecciones, más allá de motivos coyunturales relacionados con el tipo de elecciones (autonómicas más abstencionistas frente a nacionales), fechas navideñas o mala climatología, hay que destacar un fuerte componente desmovilizador. La altísima abstención nos remite a que mucha gente decidió, esta vez, quedarse en casa.
En consecuencia, la participación se reduce en casi 87 mil, mínimo histórico. En porcentaje de electorado: pasó de 70,4% (A2023), 71,7% (G23) a 60,5% (A25). El dato nos habla de desmovilización, a pesar de la polarización actual, con el partido mayoritario hasta ahora, el PSOE, aquejado de una importante crisis (escándalos, corrupción).
Voto a candidato, representativo y útil
El voto blanco y nulo ascendió a casi 17 mil, reduciéndose en casi 6 miles respecto a A23 y aumentando en 1 mil en relación a G23. Esto puede interpretarse como que en el mismo contexto de agudización de la lucha ideológica, en las generales se resuelve apostando por un voto a candidaturas, mientras en las últimas lo ha hecho con una retirada del proceso.
La caída del voto a candidaturas en casi 81 miles (100 mil en relación a las generales) lo situó en unas 522 mil. Es la consecuencia de la reducción de la “participación” (abstenerse es también un comportamiento político) y del desencanto que ha llevado a mucha más gente a preferir quedarse en casa en vez de votar a otros o hacerlo en nulo/blanco.
Por su parte, el voto a candidaturas sin representación se situó en 14,5 mil, descendiendo en 20,5 mil. Pero, el descenso mayor se produjo en las generales como expresión de la movilización que acompañó la polarización que llevó a un voto útil. Posteriormente, aumentó (3,7 mil) quizás expresando un desencanto hacia partidos con representación.
El resultado de todo lo anterior es una reducción del voto a candidaturas con representación (57% del electorado) en casi 60 mil respecto a A23 (104 mil en G23).
Estos datos apuntan a un cambio en la canalización del conflicto político: en un marco de agudización de la lucha ideológica y partidaria, los escándalos producen una concentración de la masa electoral que elige gobierno, desplazando el peso hacia las opciones con más capacidad para arrastrar a su base electoral. A partir de aquí, se plantea quién pierde y quién gana votos.
La derecha gana, la ultraderecha manda
El PP ha ganado estas elecciones con 228 mil votos, pero lo ha hecho perdiendo votos: en torno a 9 mil. La pregunta es cuántos está dispuesto a perder en la próxima. Una parte ha podido ir a Vox, pero otra no sabemos si a la abstención. Lo cual da pie a pensar que la acción de gobierno autonómica o la oposición en el ámbito estatal, por no hablar de sus correspondientes escándalos (corrupción, machismo), le hayan pasado cierta factura. Si el motivo del adelanto electoral fue “escapar” de Vox, el efecto ha sido contrario: la gobernabilidad se encarece.
Por su parte, la ultraderecha es votada por 89 mil. Aumenta en 39,5 mil votos respecto a A23 y en casi 4 mil respecto a G23. El gran salto de Vox fue en las generales (más 36 mil votos). Y ahí no le quitó al PSOE, lo más probable es que esté restando a PP y a la abstención, voto a candidaturas minoritarias o incluso al nulo/blanco. Ahora ha consolidado aquel estirón. El lobo ya está aquí, lleva años con nosotros, ahora solo engorda.
El hueco a la izquierda tras el desplome
El peor parado ha sido el PSOE con una pérdida de más de 108 mil votos en relación a autonómicas del 2023 (109 mil si referenciamos en las generales). ¿Por qué? Crisis del PSOE (escándalos de corrupción y maltrato a mujeres), candidatura endeble (encausado, aforamiento, foco mediático), política nacional (gobierno, ataque de toda la derecha). En cuanto al reparto de esa pérdida: abstención (la mayor parte del ex-votante PSOE ha preferido no votar a votar a otro), y fuga de votos (la parte más izquierdosa hacia UxE y en muy menor medida hacia la derecha).
Unidas por Extremadura, por el contrario, mejora en 11 mil alcanzando los 54 mil (10% del voto). En las generales también mejoró resultado (6 mil). Así que eso de que Unidas Podemos sin Sumar suma, no es la única condición para aumentar. Ahora tiene el reto de retener este voto prestado. En cualquier caso la división de la izquierda no será un buen escaparate para el electorado potencial.
El quehacer de la izquierda
La ultraderecha está entre nosotros desde hace tiempo: ya no se trata de asustarse sino de avanzar líneas. El bipartidismo acusa el desgaste de su connivencia con los intereses económicos y su acomodo a patrones conservadores. Ahora este vacío lo explotan los que prometen orden, castigo y ajuste.
La izquierda lo tiene difícil porque el clima, internacional y nacional, sopla en contra. Aun así, tiene una tarea: unirse institucional, partidaria y socialmente; renovarse, rotar líderes y formarse; ampliar su presencia en medios de comunicación y redes sociales, recuperar el vínculo con la movilización social, cuestionar el capitalismo (Crítica de la economía política). A la vez ser audaz introduciendo propuestas posibles pero rupturistas: renta básica, empresas y servicios públicos, vivienda como derecho efectivo, al empleo, transporte gratuito, …y cuando haga falta nacionalizaciones.
Esto no garantiza el éxito, pero permite salir del estrecho marco al que está condenada la izquierda, gestionar el capitalismo cuando la lucha de clases aprieta al capital, abriendo la discusión sobre las distintas contradicciones en que se expresa el capitalismo preparando las condiciones para superarlo. El socialismo, el cielo en la tierra, obra de una sociedad más consciente (conciencia dialéctica) y mejor preparada, vendrá más adelante. Ahora, solo podemos prometerlo y que inviten los ricos, y si no, expropiación.
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